La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Consensos y omisiones de los líderes políticos
En la CADE 2015 que finalizó la semana pasada los cinco principales candidatos que encabezan las preferencias ciudadanas parecían compartir una visión común sobre la economía y el desarrollo. Todos parecían asumir el criterio de que el ciclo de los precios altos de los commodities ha culminado y que ahora crecer exige mayores esfuerzos de competitividad. Todos también parecían alejados de los retazos apolillados del estado empresario, de los controles de precios, y de los aranceles altos para “diversificar las industrias”.
De alguna manera, el hecho de que los cinco candidatos con mayores adhesiones políticas, al menos, expresaran un distanciamiento de las ideas estatistas y proteccionistas quizá nos podrían revelar el borrador de un nuevo consenso económico sobre el desarrollo del país. Y quizá la situación de las izquierdas, reducidas a la insignificancia electoral, peleando las migajas de medio punto, también nos podría indicar el rechazo que este tipo de propuestas parecen causar en el electorado, sobre todo ahora que la recesión hunde a Brasil y Venezuela, los dos portaviones del estatismo en la región.
Sin embargo las cosas también pueden sumar para el pesimismo. Por ejemplo, allí está la renuncia de los cinco candidatos a hablar sobre la imprescindible e impostergable reforma laboral. No hay propuesta seria ni adhesión real a una visión de economía libre si es que no se derriban las murallas que se han levantado en contra del 80% de la población laboral que trabaja en unidades de baja productividad, donde es imposible asumir los costos laborales establecidos para una especie de aristocracia del empleo.
Cuando los candidatos parecen renunciar al estado empresario y a otras momias estatistas quizá acepten el hecho de que no existe economía saludable si es que el crecimiento no se basa, principalmente, en la inversión privada; que en cualquier sociedad que ha alcanzado el desarrollo el sector privado siempre ha sido abrumadoramente mayoritario. Para enrumbar por esa ruta, de alguna manera, todos señalan la necesidad de organizar un nuevo estado: acabar con las sobrerregulaciones, crear un servicio civil eficiente, reformar el Poder Judicial, fortalecer las instituciones, enfrentar el desborde de la criminalidad, y resolver los déficits en infraestructuras, educación y salud.
Pero cuando los candidatos renuncian a hablar de la reforma laboral es justo señalar que es demasiado temprano para cantar victorias. El sistema político y los propios candidatos que participaron en la CADE se muestran muy reactivos y sensibles a la agenda electoral. Por ejemplo, Alan García empezó lanzando ciertos latigazos contra el Sistema Privado de Pensiones, el debate se desató y, finalmente, algunos congresistas sedientos de votos y apurados por sus estrategias electorales acaban de aprobar que los pensionistas en edad de jubilarse pueden retirar hasta el 95% de sus pensiones.
Al margen de los argumentos a favor y en contra de esta decisión congresal, el destino del sistema previsional del país no se puede manejar de esa manera, con carpetazos a tontas y locas, en precisos momentos en que la longevidad comienza a ser parte de la agenda nacional.
Los hechos arriba descritos nos podrían indicar que se podría hablar de que existen ciertos consensos económicos y sociales en los principales actores políticos del país. Sin embargo las renuncias, las omisiones, y la oportunidad electoral, nos revelan que en el sistema político hay hermanos mucho que hacer para construir y desarrollar una nueva cultura del desarrollo que supere los prejuicios estatistas del siglo pasado.
Fotografía: El Comercio
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