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La guerra política Ejecutivo versus Legislativo está empujando al Perú al abismo del colapso político, institucional y económico. De pronto, dos décadas de experiencia republicana, con cuatro elecciones sin interrupciones y un crecimiento económico que triplicó el PBI y redujo pobreza del 60% de la población a 20%, pueden terminar en la nada.
¿Cómo el pasado milagro económico y social peruano, referente para todos los países emergentes, ha llegado a esta situación? Todo empezó con la guerra política que inició Fuerza Popular luego de las elecciones del 2016, y continuó con la renuncia de PPK, el encarcelamiento de la oposición, la extrema judicialización de la política y los intentos de reformar los sistemas judicial y político creándose, un momento constituyente artificial.
La historia nos enseña que cuando hay una mayoría que pretende imponer un proceso constituyente a una minoría, generalmente las cosas no funcionan. Y es lo que está sucediendo en el Perú. Sorprendentemente, el presidente Vizcarra se ha convertido en el principal animador de la guerra política y la desinstitucionalización del país.
Hoy, sin lugar a dudas, se puede afirmar que la crisis política terminará tragándose el modelo económico y social. Es decir, se devorará lo único que ha funcionado en dos décadas de democracia, si consideramos la estabilidad política de los últimos años. ¿Por qué? La estabilidad nunca vino de los políticos, de los partidos, sino de la economía y el crecimiento.
En el gobierno y en las entidades especializadas empieza a extenderse la resignación: el 2019 el Perú crecerá menos de 3% del PBI. Es decir, este año el país no logrará reducir pobreza, no podrá absorber la demanda de empleo de los cerca de 300,000 jóvenes que se incorporan a la economía. El milagro económico del pasado volverá a aumentar pobreza. Y, ¿qué sucederá el 2020? ¿Alguien invertirá en el país, cualquiera sea el desenlace de la propuesta de adelantar las elecciones? Por ejemplo, si hay adelanto el país será una verdadera feria electoral con las propuestas colectivistas en ofensiva agitando contra el modelo económico que aumenta pobreza. ¿O no? ¿Acaso es exagerado sostener que el próximo año la recesión es una evidente posibilidad?
Por todas estas consideraciones, a entender de este portal, es incuestionable que el colapso político, institucional y económico de la República ha sido provocado con intención clara: crear una llamada situación revolucionaría que desencadene un momento constituyente. Ahora bien, es imposible que esta estratagema funcione si es que existe la adecuada reacción de las instituciones republicanas.
Los audios presidenciales de Arequipa, en los que se negocia con los sectores radicales la suspensión de una licencia de construcción otorgada en base a la Constitución y las leyes, simplemente han terminado pulverizando la autoridad del Estado democrático. En este contexto se ha lanzado una ofensiva colectivista en contra de las minas emplazadas en el Corredor Minero del Sur, donde se produce más del 50% del cobre nacional, que agrega entre 1.5 y 2 puntos al PBI.
De alguna manera, pues, las inversiones en hidrocarburos y minería han sido heridas de gravedad. La cosa es demasiado grave. En un editorial anterior citamos un estudio del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (de la CCL), donde se señala que si se ejecutara la cartera de inversiones mineras y de hidrocarburos (más de US$ 115,000 millones), varias regiones del sur superarían el per cápita de Lima. Moquegua tendría 8.1 veces más que el per cápita limeño; Apurímac 3.7, Arequipa 1.8, Cusco 1.4 e Ica 1.3. Igualmente, otras regiones del norte también lograrían superar el per cápita de la capital: Cajamarca 1.7, Áncash 1.2, Piura 1.2 y Amazonas 1.2.
Como se aprecia con absoluta claridad, entonces, el colapso institucional y económico de la República es un proceso provocado con la clara intención de crear un escenario adverso a las libertades políticas y económicas que han imperado en las últimas dos décadas. Sin embargo, todo dependerá de la reacción de las instituciones democráticas y la voluntad de los republicanos. Advertidos estamos, pues.
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