La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Demócratas junto a velasquistas, chavistas y etnocaceristas?
Más allá del número de movilizados en la marcha por el “No a Keiko” y de los efectos de esta acción política, resulta absolutamente sorprendente cómo el antivoto puede convertirse en un verdadero cajón de sastre que reúne a ángeles y demonios, a justos y pecadores. En la mencionada movilización estaban velasquistas que reivindican el golpe del 3 de octubre de 1968, chavistas y bolivarianos confesos, etnocaceristas con las manos manchadas de sangre de policías, radicales de todo tipo (incluso integrantes del propio Movadef), y personalidades democráticas como Patricia Vargas Llosa y Gustavo Gorriti.
Si bien no se puede negar la participación de importantes sectores democráticos e independientes, cabe detenerse a reflexionar en la manera cómo el antivoto reúne a quienes jamás deberían juntarse. ¿Qué hacen los velasquistas, chavistas y etnocaceristas protestando en contra de un régimen autoritario? Todos sabemos que para ellos el pecado no es el autoritarismo, sino el apellido de derecha. Utilizan entonces la movilización democrática para difundir sus objetivos autoritarios.
Quizá estas imágenes nos sirvan para entender que intentar definir una identidad en democracia y, sobre todo, en elecciones generales, a través del antivoto y la movilización “en contra de…” es absolutamente incompatible con la propia democracia y la libertad. El antivoto busca eliminar al adversario y, de alguna manera, aplica la máxima acerca de que todos los enemigos de mi principal enemigo son mis amigos. Es decir, todos los enemigos del fujimorismo, incluido los velasquistas, chavistas y etnocaceristas podrían ser amigos. Alertar sobre una situación de este tipo, de ninguna manera significa alinearse con el fujimorismo, solo se trata de recordar que en las democracias saludables los electores votan “a favor”.
También puede ser significativo recordar que todas las democracias que sucumbieron a los bolchevismos, fascismos y autoritarismos en el siglo XX, de alguna manera, estuvieron precedidas por intensas campañas “anti…”, en las que se agazaparon los autoritarismos que bañaron en sangre la centuria pasada.
Desde que, en las ciudades griegas, aparecieron la democracia y la política solo han tenido como finalidad que los adversarios evitaran la guerra y encontraran posibilidades de colaboración y pactos. Y de alguna manera la historia de las democracias y las sociedades modernas solo se explica por la colaboración de adversarios que ya se habían enfrentado en los campos de batalla. Por ejemplo, en Estados Unidos se produjo la Guerra de Secesión, una de las guerras civiles más feroces de la historia, tanto en violencia como en número de bajas; sin embargo los estadounidenses fueron capaces de construir una República que sigue deslumbrando hasta hoy. Ni qué decir de las democracias españolas y chilenas, que emergieron de guerras civiles y enfrentamientos largamente superiores a los desencuentros que sostuvimos los peruanos.
La pregunta entonces es inevitable, ¿por qué un sector de peruanos sigue priorizando la protesta contra el pasado en lugar de afirmar las posibilidades del futuro? Todas las sociedades que han apostado por el futuro han tenido la capacidad de relegar las diferencias y afirmar las convergencias. ¿Por qué entonces semejante escenario es imposible en el Perú? Por la sencilla razón de que detrás del despliegue del antivoto, en el país también existe agazapada una estrategia autoritaria.
Ya es hora de terminar con esta especie de locura colectiva, en la que un sector del país se organiza para evitar que otro sector llegue al poder. En democracia los ciudadanos se organizan para llegar al poder, no para evitar que otros lleguen.
COMENTARIOS