Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
El Perú llega al Bicentenario sumido en sombras e interrogantes acerca del futuro de la libertad porque el presidente electo, Pedro Castillo, hasta hoy no ha deslindado abiertamente con la propuesta de Perú Libre acerca de convocar a una asamblea constituyente y colectivizar la economía.
Por los fracasos de los políticos y la ausencia de un debate ideológico y cultural de fondo que atraviese a la sociedad, la actual experiencia republicana arriba a un cambio de mando sin que el jefe de Estado haya precisado si se mantendrá la plena vigencia de la Constitución que establece que la reforma total o parcial del texto constitucional solo puede tramitarse en el Congreso. Hasta el cierre de esta edición, esa indefinición se convertía en una herida que sangraba sobre la memoria de los millones de peruanos, próceres y héroes que, mal que bien, han construido la peruanidad durante los últimos 200 años.
Todos estos hechos que ensombrecen el Bicentenario se producen no obstante que en las últimas dos décadas se desarrollaron cuatro elecciones sin interrupciones y se mantuvo la continuidad institucional, a pesar del referendo y el cierre inconstitucional del Congreso que impulsó el ex presidente Vizcarra. Estos dos últimos hechos profundizaron gravemente la desinstitucionalización de República, y de alguna manera explican el momento límite que atraviesa la actual experiencia democrática.
Igualmente, estas incertidumbres sobre el futuro republicano se dibujan enfrente de nosotros a pesar de que en las últimas tres décadas, se produjo en nuestro país el mayor proceso de crecimiento e inclusión social. ¿Una frase que se puede olvidar? De ninguna manera. Antes de la pandemia la economía se había multiplicado por tres y la pobreza había descendido del 60% de la población a solo 20%. La crisis del Covid nos reveló que el Estado era una suma de fracasos e ineficiencias, y que se había convertido en el peor enemigo de los peruanos. ¿Por qué? Porque no obstante que el Estado manejaba los mayores recursos de nuestra historia republicana, fue incapaz de comprar camas UCI, adquirir vacunas a tiempo, equipar hospitales y evitar la muerte innecesaria de más de 200,000 compatriotas.
Cuando llegaron las elecciones pasadas, entonces, la gente estaba más que irritada. Sin embargo, la falta de lucha ideológica y cultural en el país y el predominio de ese fácil pragmatismo “que sirve para todo”, no permitieron combatir la prédica comunista y colectivista que culpaba al modelo económico de las desgracias nacionales.
No hubo una fuerza capaz de explicarle a la gente que el origen de las tragedias estaba en el fracaso general del Estado en la redistribución de la riqueza nacional que pagaban los privados a través de los impuestos. No hubo una fuerza que le dijera a la gente que –proporcionalmente– el Estado nunca había manejado tantos recursos y que el sistema de salud había multiplicado su presupuesto por diez en una década. Sin embargo, no hubo una política de salud.
Planteadas las cosas así, es hora de recuperar el impulso democrático y señalar que bajo el imperio de la actual Carta Política el Perú ha construido su mejor momento de inclusión económica y social. Nunca en el Perú hubo tanta peruanidad. Hoy las migraciones y los mercados populares han convertido a Lima en la principal ciudad andina del país, y los hijos y nietos de los migrantes se han transformado en los pujantes consumidores de los conos y las principales ciudades.
En el Perú ya no hay cordilleras entre las sociedades andinas y las criollas. Han surgido clases medias y ricos de todos los orígenes y provincias. Y a pesar de los problemas institucionales, se han desarrollado cuatro elecciones sin interrupciones.
Por todas estas consideraciones, cuando juramente el señor Castillo, él debería escuchar el llamado de los millones de peruanos que defienden la Constitución y que, a pesar de los problemas, han emergido económica y socialmente, ejerciendo las libertades políticas y económicas.
Asumiendo la jefatura de Estado, entonces, el señor Castillo debería distanciarse del programa de Perú Libre y rechazar la convocatoria a una constituyente.
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