La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre mandato electoral por las convergencias
Los resultados electorales de la primera vuelta, de una u otra manera, señalan la necesidad de un acuerdo nacional, de un movimiento nacional a favor de la convergencia de todas las fuerzas políticas que promuevan las reformas que el Perú necesita para retomar las altas tasas de crecimiento y seguir reduciendo la pobreza.
Cuando se dice que el 70% de los electores votaron por candidatos promercado y en contra de las propuestas antisistema se revela la clara voluntad de la mayoría nacional: evitar que el curso económico, social e institucional de las últimas décadas sea interrumpido por una apuesta diferente. Ahora bien, ¿cómo evitamos que el llamado “modelo” sea cambiado por otro?
Asumamos la hipótesis de que Keiko Fujimori gane la elección, luego de la polarización y el encono acumulado en el proceso electoral. ¿Cómo se hace para superar la electricidad destructiva del espacio público? Es evidente que no solo con buenas políticas de gobierno, sino también con gestos claros que levanten las suspicacias de los adversarios, quienes ya han señalado que la mayoría absoluta del fujimorismo en el Congreso es una posibilidad de “concentración de poder”.
Quizá una opción sea convocar a todos los sectores proclives a la colaboración, tal como lo hizo Keiko como parte de la estrategia electoral. La izquierda pensante debería tener un lugar en el gobierno naranja. Si el fujimorismo se cierra en su mayoría, la polarización política y social podría reavivar conflictos sociales y gatillar cierta radicalización en la calle. El acuerdo nacional, la convergencia, entonces, es el camino.
Ahora asumamos la hipótesis de que PPK gane la elección. ¿Cómo podría gobernar el pepekausismo sin un acuerdo con el fujimorismo? La democracia no puede funcionar sin una relación constructiva entre Ejecutivo y Legislativo, que organice la gobernabilidad. Como se aprecia, el acuerdo, el pacto, es algo difícil de eludir.
De alguna manera los electores se han pronunciado a favor de acuerdos y convergencias entre los actores políticos de la democracia post fujimorato. Quince años de democracia, cuatro elecciones sucesivas y, sin embargo, los actores públicos han sido incapaces de organizar una comunidad política. La mayoría absoluta que los electores otorgaron al fujimorismo en el Congreso es una especie de sanción para el antifujimorismo cerril que tanto daño le ha hecho a la institucionalidad y a la construcción de un nuevo sistema de partidos, luego de la caída del fujimorato.
La persistencia de la democracia es la mejor escuela para el elector. La emergencia de un ciudadano crítico, con racionalidad propia, capaz de distinguir la verdad de la histeria que desataron algunos medios de comunicación, es uno de los fenómenos nuevos de nuestra joven democracia. Negarse a las convergencias es darle la espalda a ese elector que supo formarse juicios a partir de su propia experiencia.
El Perú está en un momento único de su historia. Se ha arrinconado la pobreza a solo un quinto de la población, las clases medias se han expandido como nunca, se han desarrollado cuatro elecciones nacionales sin interrupciones y han surgido todos los elementos y actores (un poderoso sector privado, por ejemplo) sin los cuales no existirían las sociedades occidentales ni la idea de desarrollo. En ese contexto, el fujimorismo y el pepekausismo, como las dos principales fuerzas de esta elección, están más que obligados a recoger el mandato electoral de un acuerdo nacional. No hay otra.
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