Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Al cierre de esta edición el conteo rápido de Ipsos registraba décimas de diferencia entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Sin embargo, el margen de error estadístico impide, desde cualquier punto de vista, establecer un ganador, porque la victoria y las posibilidades están para ambos candidatos. En este escenario continúa la incertidumbre con respecto a la amenaza colectivista al proceso de construcción republicana.
No obstante, una verdad es incuestionable: los resultados preliminares de la segunda vuelta revelan un país fragmentado, con una profunda crisis de representación política, que solo confirma el grado de deterioro político, institucional, económico y social en que nos ha dejado la administración Vizcarra. De alguna manera el fracaso del Estado en el manejo de la pandemia, la desorganización de las instituciones, y la crisis de la economía han sido determinantes en el desenlace electoral.
Los resultados preliminares de la elección reflejan un país dividido en dos mitades que debemos interpretar adecuadamente para sacar las conclusiones correctas. Si le echamos una mirada superficial a los resultados electorales advertiremos que los electores del sur, del centro y, en general, de la sierra votaron por Castillo, en tanto que la mayoría de Lima y de la costa norte se pronunciaron a favor de Keiko.
¿Qué significan semejantes resultados? ¿Acaso que la mitad del electorado que se pronunció por Castillo está a favor de un cambio de modelo o de un proyecto bolivarianos que estatice y expropie las minas, las agroexportadoras y, en general, la propiedad privada? De ninguna manera. De otro lado, ¿cuál es el sentido del voto por Keiko Fujimori? ¿Acaso medio país se volvió fujimorista? De ninguna manera igualmente.
Los ciudadanos que votaron por Castillo, a nuestro entender, quieren un nuevo Estado que construya carreteras, escuelas, postas y equipe hospitales, compre camas UCI y consiga vacunas a tiempo y, de alguna forma, identificaron la candidatura de Fuerza Popular como la continuidad de ese estado de cosas. De otro lado, el antivoto contra el fujimorismo construido en décadas no se disolvió del todo en una campaña electoral de semanas.
Los electores que votaron por Keiko, a nuestro entender, pretenden evitar un escenario de polarización y enfrentamientos cruentos entre los peruanos que se podría desencadenar si Pedro Castillo incumple los compromisos asumidos en la segunda vuelta. Es decir, si fuerza la convocatoria de una asamblea constituyente, convirtiendo a la calle y a la movilización callejera, en el gran elector de la política nacional.
Terminada la campaña y conocidos los resultados electorales de parte de las autoridades electorales se impone un acercamiento entre las dos mitades que se expresaron en la segunda vuelta. Negarse a ese proceso sería desatar una confrontación sin precedentes en el país.
Sin embargo, para que el acercamiento sea posible entre los dos sectores del país, ante la eventualidad de ser electo jefe de Estado, el candidato Castillo debería honrar los compromisos asumidos –incluso firmados– acerca de que respetará la Constitución Política del Perú y a instituciones como el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo, por ejemplo. Igualmente debería convocar un amplio diálogo nacional para evitar la destrucción del proceso de inversión, crecimiento y reducción de pobreza. Debería ahorrarle al país el sacrificio de cancelar los más de 15 tratados de libre comercio que explican inversiones, diversificación económica y reducción de pobreza.
En otras palabras, debería evitar “refundar la política, la economía y la sociedad”, para volver a construirlo todo desde cero. Si no lo hace, el Perú enrumbará al enfrentamiento, la pobreza y la persecución política.
En el caso de la candidata Keiko Fujimori no abundamos en detalles porque –por el programa presentado y las propuestas anunciadas– ella está en condiciones de garantizar la reconciliación entre los peruanos y el relanzamiento de la economía y la sociedad.
En este portal no negamos nuestra inclinación, y la volvemos a ratificar en esta hora aciaga para la peruanidad. La candidatura de Fuerza Popular es la mejor garantía de continuar con las mejores cosas que nos han sucedido en las últimas tres décadas, y sin negarse a la urgencia de los grandes cambios, sobre todo a la necesidad de construir un nuevo Estado.
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