La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La necesidad de reformar el sistema de representación política
La postergación del debate del proyecto que elimina el voto preferencial en la Comisión de Constitución del Congreso nos confirma que no habrá reforma electoral mínima para los próximos comicios nacionales. Los congresistas que se negaron a debatir esta iniciativa se enfrentaron incluso a las opiniones de sus respectivos líderes nacionales, revelando que semejante oposición solo puede provenir de una voluntad de constituirse en una especie de oligarquía partidaria.
Los argumentos a favor de la eliminación del voto preferencial nacen de la experiencia de los tres últimos congresos elegidos en elecciones nacionales. Durante las administraciones de Alejandro Toledo, Alan García, y Ollanta Humala, el conflicto político que debía ser tramitado en el propio Legislativo y entre el Ejecutivo y el Congreso, si bien no devino en una crisis de gobernabilidad sí ha devenido una crisis política que solo se puede explicar por la pobre representación parlamentaria, en la que han primado los individuos antes que las colectividades o partidos.
Proponer la eliminación el voto preferencial, entonces, es plantear que los partidos o colectividades sean los protagonistas de las relaciones y los conflictos entre oficialismo y oposición, en vez de los individuos. No se trata de entregar el poder a “una nueva partidocracia” en la que “las direcciones partidarias confeccionarán a su antojo las listas al Congreso”. Se trata de que, junto con esta reforma, también debería aprobarse las elecciones internas obligatorias en los partidos, supervisadas por el sistema electoral.
Los partidos recuperarán poder solo si se lanzan a construir bases y a ensanchar influencia y militancia. En otras palabras, se trata de trasladar el eje de la vida partidaria al trabajo de bases, en vez de reclutar a “los candidatos con recursos económicos”. A nuestro entender, eliminar el voto preferencial sería una reforma mínima para enfrentar las próximas elecciones nacionales.
Decimos una reforma mínima porque la democracia peruana padece una crisis de representación política que demanda una reforma integral del sistema de representación. Las propuestas abarcan desde realizar las elecciones del Congreso en la segunda vuelta electoral, de modo que se configure un bloque oficialista y otro opositor que expresen amplias convergencias y alianzas; crear distritos electorales más pequeños para establecer una dialéctica constructiva y de control entre representantes y representados, y la conocida propuesta de establecer una segunda cámara, el Senado o la cámara reflexiva, entre otros planteamientos.
A estas alturas va quedando claro que la reforma del sistema electoral no provendrá del actual Congreso. Por el contrario, los legisladores parecen personajes decadentes, que solo buscan sobrevivir y permanecer. De allí que los candidatos presidenciales que ya comenzaron a presentar sus propuestas de campaña, así como plantean medidas para recuperar tasas altas de crecimiento que reduzcan la pobreza e iniciativas para enfrentar el desborde de la criminalidad, también deberían poner en la agenda electoral la reforma del sistema político.
Quizá la gran novedad en estos asuntos sea que ya se ha gestado un consenso sobre la necesidad de cambios. El sistema político necesita reformas de fondo y los candidatos deben recoger ese humor nacional. Durante los últimos lustros se solía decir que la política iba mal y la economía brillaba. Bueno, hoy la política anda mal y la economía también. Y una de las causas que explican la crisis de la política reside en una crisis de representación general de la democracia.
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