Democracia y crecimiento

Reflexiones sobre la relación entre la democracia y la libertad con el crecimiento

El Perú, la estrella económica de América Latina, comienza a apagarse. El 2014, el crecimiento de Bolivia, Colombia y Ecuador superará el mediocre 3% del Perú (en un escenario optimista). Una de las claves del crecimiento de los tres países mencionados, al margen de los modelos políticos y los discursos ideológicos en contra del capital, es la inversión en minería, petróleo y gas.

En el Perú, a pesar de nuestro potencial en recursos naturales, no hemos podido crear un consenso sobre su explotación. Hasta los economistas disienten sobre hechos evidentes. Por ejemplo, Waldo Mendoza, en un artículo en El Comercio sostiene que pensar en crecer en más de 4% es soñar despierto. El motivo: en el 2011 los precios de los commodities cayeron en 8% y de los metales en 22%. Sin embargo, el propio Mendoza nos informa que, entre el 2002 y el 2011, los commodities treparon en 225% y los metales en 310%. Es decir, la caída NO es tan significativa como para explicar el descenso de 5% de la inversión minera en el primer semestre del 2014.

A diferencia del Mendoza pesimista, Juan Mendoza, director de la Maestría de Economía de la Universidad Pacífico, señala que siete proyectos mineros paralizados -que debieron empezar a fines del 2014 e inicios del 2015-, le restan al crecimiento del PBI de este año entre 1.2% y 1.5%. ¿Si hubiesen salido Conga, Galeno, Cañariaco, Shahuindo, Quechua, Hilarión y Haquira, que representan US$ 10,750 millones de inversión, el 2014 creceríamos apenas 3% del PBI? Es evidente que no.

Por razones ideológicas y políticas, los intelectuales, profesores y economistas –sobre todo de la universidad Católica- parecen resignados ante la desaceleración. Mendoza señala que crecer a 4% es la normalidad, los sociólogos y antropólogos nos dicen que la “obsesión por un crecimiento elevado” proviene de la fiebre neoliberal. En general hay como una indolencia frente al frenazo. Quizá algunos quieren la gloria intelectual y se postulan como la tecnocracia de recambio de los últimos 25 años, la tecnocracia del milagro económico. Pero, ¿hay otro modelo? ¿Acaso Ecuador y Bolivia, dos autoritarismos bolivarianos, también no están convocando capitales para sus recursos naturales? ¿Las propuestas serias de diversificación industrial acaso no reconocen la importancia de la inversión en recursos naturales?

Quizá valdría plantear en el debate la relación entre la democracia y la libertad con el crecimiento. ¿Cómo se explica que, a pesar del derrumbe de los partidos y el descrédito de las instituciones, la democracia peruana persista y avancemos a un cuarto proceso electoral sin interrupciones? Al margen del crecimiento económico y de la impresionante reducción de pobreza, sobre todo de la última década, no hay explicación posible para la estabilidad democrática.

El pesimismo e irritación que causan la política y el espacio público no se combinó con crisis económica en las últimas décadas. De lo contrario, la democracia peruana habría corrido la misma suerte que la de los países bolivarianos, donde las crisis políticas y económicas gestaron los autoritarismos.

Bueno, pues, una de las claves del modelo económico asociado a la democracia es la inversión en recursos naturales. Los proyectos en minería, hidrocarburos y energía nos permiten agregar puntos al crecimiento y acelerar el ritmo de la reducción de pobreza.  El crecimiento mediocre, por el contrario, solo desata el pesimismo y genera el caldo de cultivo para la propuesta autoritaria.