Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Ayer en el Congreso de la República no se alcanzaron los 87 votos que se requerían para proceder a la vacancia de la Presidencia de la República por incapacidad moral permanente, según lo establece la Carta Política. El solo hecho de haberse iniciado el proceso de vacancia presidencial revelaba la magnitud del choque de poderes entre Ejecutivo y Legislativo, quizá el máximo nivel de tensión institucional permitido por la Carta Política, junto a la eventualidad de una disolución del Congreso.
Si las cosas son así, luego de no haberse producido a la vacancia, ¿cuál es la conducta que la mayoría de peruanos espera de los políticos y de las autoridades al frente de las principales instituciones de la democracia peruana? Desde el sentido común la respuesta es una sola: que la guerra termine, que se bajen las armas y que se apueste por un nivel mínimo de entendimientos.
Luego de las elecciones nacionales del 2016 muy pocos peruanos imaginaron que la polarización entre Ejecutivo y Legislativo, entre antifujimorismo y fujimorismo, llegara a los niveles que hemos contemplado durante la administración PPK: desde la censura de un ministro, pasando por la cuestión de confianza planteada por el Gabinete Zavala, hasta el proceso de vacancia presidencial que no prosperó. Si se pretende seguir apostando por la guerra y la polaridad entre Ejecutivo y Legislativo, entonces, señalaremos que las responsabilidades están de un solo lado. Sin embargo si se propone superar esta especie de entrampamiento institucional permanente partiremos del criterio de que una polarización extrema en democracia siempre tendrá dos responsables. Si hay responsabilidades compartidas es fácil encontrar soluciones también compartidas.
Hasta hoy el principal error del Ejecutivo ha sido no organizar una política de alianzas que expresara los resultados de la segunda vuelta electoral; o en su defecto, que no revelara un espíritu en contra de la mayoría legislativa. El Gabinete Zavala solo reprodujo las alianzas de la segunda vuelta, con los resultados conocidos, y la apertura del Gabinete Aráoz fue demasiado tímida.
En este contexto, luego de que en el Congreso no se aprobara la vacancia presidencial, el presidente Kuczynski está en la obligación patriótica de convocar a un Gabinete de de amplia unidad, compuesto sobre todo por los partidos que evitaron la vacancia y por políticos de reconocida experiencia y discreción como; por ejemplo, Antero Flores Aráoz.
Asimismo el jefe de Estado debería archivar todo el arsenal antifujimorista del que echó mano como parte de una estrategia política para fracturar una eventual mayoría en el Congreso alrededor de la vacancia, porque persistir en ese mensaje sería una confirmación de que la votación de ayer en el Congreso solo ha abierto un nuevo capítulo en la guerra entre Ejecutivo y Legislativo.
Y, finalmente, el presidente Kuczynski está en la obligación de honrar el compromiso asumido de indultar al ex presidente Alberto Fujimori antes de las Fiestas, una maniobra de ajedrez política que explica la abstención de diez congresistas de Fuerza Popular en la votación sobre la vacancia presidencial.
Hoy la pelota está en la cancha del presidente Kuczynski. Si escucha a los extremismos que le señalan la necesidad de seguir apostando por la guerra se equivocará de cabo a rabo. Nunca como ahora la institución presidencial estuvo tan debilitada y necesitada de convocatorias amplias para restablecer legitimidades. Si en el Ejecutivo se opta por la confrontación todos contemplaremos una victoria pírrica.
Cuando en una democracia colisionan dos poderes, no hay vencedores ni vencidos. En realidad todos se convierten en derrotados, sobre todo cuando existe una base programática común para desarrollar las urgentes reformas que el Perú necesita para superar la trampa de ingresos medios.
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