Constituyente: ¡La amenaza totalitaria persiste!

La presidente del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez, acaba de señalar que la convocatoria de una asamblea constituyente no representa una prioridad para el Ejecutivo. En otras palabras, la jefe del Gabinete nos informa que, por el momento, el Ejecutivo no forzará la convocatoria de este proceso. Sin embargo, en uno, dos o tres años de la administración Castillo, ¿cómo se presentarán las cosas para el Ejecutivo con respecto a la constituyente? Si la crisis se agrava, ¿el zarpazo de la constituyente será una posibilidad?

El asunto es más grave de lo que parece. No solo para el futuro de las libertades y el sistema republicano, sino también para el propio Gobierno. Si el presidente Castillo no archiva y encarpeta la propuesta de la asamblea constituyente, el Ejecutivo avanza a gran velocidad al precipicio del fracaso.

Cuando el presidente Castillo –en su mensaje de Fiestas Patrias– anunció que el Ejecutivo promovería la convocatoria de una constituyente frenó en seco tres décadas de crecimiento y de reducción de pobreza. Y el frenazo se produjo cuando el precio de los minerales –particularmente el cobre– alcanza récords históricos. El frenazo económico que ha causado la constituyente, entonces, es un crimen social para los pobres. El Perú podría crecer sobre el 5% anual y reducir la pobreza a 10% de la población si concretara su cartera de inversiones mineras.

Al margen de la ratificación de Julio Velarde en la presidencia del directorio del Banco Central de Reserva, nadie invertirá en el Perú si el Ejecutivo sigue sosteniendo que cambiará el régimen institucional y económico del Perú. De allí que las proyecciones económicas indican que la inversión privada en el 2022 caerá entre 6% y 20%. Una verdadera catástrofe nacional.

¿Qué va a suceder si el país no crece? Los economistas señalan que el Perú necesita crecer por encima del 3% anual para absorber la demanda de empleo de 270,000 jóvenes que se incorporan anualmente a la economía. En otras palabras, por cada punto de crecimiento se crean 90,000 empleos. En este contexto, si la inversión privada no crece y la economía se contrae, es incuestionable que la sensación de desgobierno general se sumará al aumento de la pobreza y la miseria.

En pocos meses de gestión, entonces, el gobierno de Castillo le habrá robado el futuro a los peruanos por repetir el mantra comunista acerca de la asamblea constituyente. 

¿Qué puede hacer una administración sin mayoría parlamentaria y con el humor de las calles en contra en este escenario generado por la constituyente? Es incuestionable que los estrategas bolivarianos detrás del Ejecutivo apuntarán a construir la narrativa del “sabotaje empresarial”, de la “acción de los monopolios contra los pobres”, para explicar la falta de empleo y el aumento de la pobreza en general. Sin embargo, ¿será creíble un relato de este tipo? Parece casi imposible.

El presidente Castillo entonces está atrapado en la telaraña de la constituyente. Las declaraciones de la nueva jefe del Gabinete no crearán un nuevo escenario porque la espada de la constituyente sigue pendiendo sobre las libertades republicanas.

Si la administración Castillo descartara la asamblea constituyente, en el acto el Perú recuperaría la gobernabilidad perdida, porque el Ejecutivo ya no tendría un plan para fugar hacia adelante (la constituyente), sino que estaría obligado a gobernar. En ese sentido, el crecimiento y la reducción de pobreza volverían a ser parte del centro de la agenda nacional, la inversión privada tornaría a moverse y se recuperaría la tranquilidad y paz social.

El cambio de Gabinete sin renuncia a la constituyente asemeja a esas treguas forzadas en el campo de batalla. El ejército agresor se percata de que no puede ganar y retrocede a espera de mejor momento o de una geografía propicia para la embestida final (léase disolución del Congreso). Sin embargo, el ejército defensor, a pesar de no tener el poder, sigue ganando hasta hoy, y todo indica que el tiempo corre a su favor. Veremos.