Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Sobre la tragedia nacional causada por el Estado fallido de las administraciones de Vizcarra y de Sagasti (y de la progresía colectivista), el equipo central de Pedro Castillo y Perú Libre ha lanzado una ofensiva general por el poder que recuerda los mejores momentos en la historia del bolchevismo.
Hasta antes de la pandemia, en el Perú el 20% de la población estaba por debajo de la línea de pobreza. Luego de la pandemia y del desastre del Estado fallido, la pobreza se acerca al 30%; es decir, 10 millones de peruanos no tienen para comer. De otro lado, pobres, clases medias y ricos, han padecido la tragedia sanitaria causada por el colectivismo progresista y los ministros de Salud de Juntos por el Perú (hoy socios de Pedro Castillo). A todos los peruanos se les ha muerto un pariente (padre, hermano, esposa, hijo) o un conocido por el Covid. Y las muertes han sido de las peores: sin oxígeno, sin dignidad mínima para los sobrevivientes. Es decir, sin siquiera el recuerdo de que se hizo todo lo posible para salvar al ser querido.
Hay entonces una indignación nacional justificada. Una rabia, una voluntad de barrer con todo lo malo. Y si a esto le agregamos que la progresía colectivista también destruyó el sistema político y los partidos mediante la judicialización, entonces esta ira contra el Estado fallido, contra las administraciones de Vizcarra y de Sagasti, pueden transformarse en una rabia contra el modelo económico y social, porque no hay políticos ni partidos que desarrollen pedagogía.
Sobre este aterrador escenario, los núcleos comunistas maoístas y bolivarianos, hoy agrupados en un gran frente detrás de la candidatura de Pedro Castillo, han lanzado una ofensiva general por el poder, alimentando la guerra y la confrontación entre las clases en vez de denunciar los yerros del Estado fallido, el Estado caviar frívolo e indolente.
Por ejemplo, en las poblaciones pobres del sur la campaña comunista propagandiza una ola masiva de expropiaciones de las casas de los balnearios de la Lima mesocrática. En medio de la tragedia nacional esta campaña puede crear la ilusión del igualitarismo que siempre ha significado pobreza para las mayorías y enriquecimiento para las nomenclaturas comunistas y chavistas.
En las áreas andinas cercanas a los proyectos mineros se anuncia que las estatizaciones de los proyectos mineros convertirán a los ciudadanos en inmediatos propietarios de las minas. El caso de Petróleos de Venezuela (PDVSA) ilustra cómo las expropiaciones y nacionalizaciones de los recursos naturales solo convirtieron a los jerarcas chavistas y sus familias en los únicos beneficiarios de esas expropiaciones. Como si una plaga lo hubiese arrasado, hoy en el país llanero ni siquiera hay gasolina.
En el caso de la agroindustria la demagogia comunista está alentando la toma de tierras para que el gobierno revolucionario de Pedro Castillo parcele las unidades agroexportadoras. Se crea una enorme ilusión: cada hectárea de una de estas unidades puede llegar a los US$ 50,000. Sin embargo, a los segundos de la expropiación, no valdrán nada. Y, de pronto, los nuevos parceleros de la costa se sumarán a los más de dos millones de minifundistas de la sierra, tal como sucedió con las expropiaciones del velascato.
Con el velascato, dos generaciones de peruanos en el agro se empobrecieron a niveles no imaginados. No solo se trató de la desnutrición generalizada, sino que en las ciudades no había arroz, leche, azúcar, huevos ni frejoles porque la producción agraria había desaparecido. No había inversión y los ilusionados con las expropiaciones comenzaron a migrar, como sucede con nuestros hermanos venezolanos.
Conocer la ofensiva general del comunismo alentando la confrontación abierta de clases debería llevar a la mayoría de peruanos,no solo a unirse en contra de la amenaza colectivista sino también, y sobre todo, a movilizarse con todas sus energías en estas semanas en que el pueblo elegirá al nuevo gobierno.
COMENTARIOS