¡Ataque fundamentalista a la libertad!

El radicalismo islámico ha disparado contra el alma de la libertad.

Un comando armado irrumpió ayer en local del semanario satírico Charlie Hebdo, en el centro de París, y disparó contra los redactores del medio que, en ese instante, desarrollaban frenéticamente sus labores. fueron asesinados el editor de la revista, Stephane Charbonnier, y otros 11 periodistas. Más de una decena de hombres de prensa quedaron heridos. El semanario tenía un largo historial de colisiones con el fundamentalismo islámico desde el 2006, cuando publicó  las polémicas caricaturas del profeta Mahoma que aparecieron originalmente en el diario danés Jyllands-Posten.

En el corazón de Occidente se ha atacado a la nación que simboliza la libertad que el mundo alcanzó luego de cancelar a reyes y noblezas e instaurar el sistema de sociedad libre que explica la mayoría de los logros de la humanidad. Seguramente en el razonamiento de los fundamentalistas, al igual que en el de todos los intolerantes que azotan a las sociedades, el atacar a una redacción de periodistas libres tiene un enorme simbolismo. Pretenden demostrar que sí pueden derribar impunemente una de las vigas maestras de las sociedades democráticas: la libertad de prensa.

Se puede discrepar con el estilo satírico y hasta provocador de las caricaturas de Charlie Hebdo, pero nadie en democracia tiene el derecho de acallar la libertad de prensa segando la vida a quienes ejercen este derecho alcanzado en siglos de luchas.

Si los intolerantes creen que las sociedades abiertas se van a amedrentar asesinando a periodistas en su redacción se han equivocado de cabo a rabo. Las masivas manifestaciones en París, en diversas ciudades del mundo e, incluso, el plantón en Lima, revelan que los ciudadanos libres no están dispuestos a ceder un milímetro en el ejercicio de esta libertad.

Salvando las  distancias siderales con el fundamentalismo que asesina a periodistas y a cualquiera que se oponga a su credo, vale detenerse en la manera cómo los autoritarismos e intolerancias de diversos pelajes también terminan identificando a los periodistas y a los medios independientes como los peores enemigos de sus proyectos de exclusión y perpetuación en el poder.

De alguna manera la libertad de prensa se ha convertido en la madre de todas las libertades porque hoy es posible que los autoritarismos con sus políticas clientelistas puedan manipular la votación popular, pero mientras haya periodismo independiente nunca lograrán sus objetivos de permanecer indefinidamente en el poder. En América Latina los proyectos autoritarios que ganan elecciones populares de manera abrumadora no pueden controlarlo todo, porque la prensa independiente se erige en la última trinchera de la libertad.

El radicalismo islámico ha disparado, pues, contra el alma de la libertad. Pero aquel no percibe que su prédica se aísla y se rechaza con firmeza. De allí que la democracia deba mantener en alto sus banderas. Debe combatirse al terrorismo y al fundamentalismo recordando la superioridad moral de la democracia sobre ambos: la democracia se defiende con las armas de la democracia. Es decir, con más libertad y respeto a la ley, sin resbalarse en la provocación del extremismo criminal.