Editorial Política

Apuntes para reinventar a la oposición

Vacancia no prospera en medio de la destrucción nacional

Apuntes para reinventar a la oposición
  • 29 de marzo del 2022

Luego de dos vacancias frustradas en el Legislativo, es hora de desarrollar el balance de la oposición política al Gobierno de Pedro Castillo y de Perú Libre, tratando de separar la paja del grano, de poner a un lado las pasiones y los humores para hacer, como se dice, el análisis concreto de la situación concreta.

A estas alturas es evidente que Pedro Castillo y Perú Libre son los causantes de una tragedia nacional sin precedentes. Se han detenido tres décadas de crecimiento y de proceso de reducción de pobreza con los anuncios de la constituyente y las nacionalizaciones; los servicios públicos y el Estado comienzan a implosionar por el nombramiento en las principales oficinas estatales de activistas de Perú Libre, sin condiciones técnicas ni profesionales; mientras los precios de los combustibles y los de la canasta básica se disparan. De otro lado, el Estado abdica de la autoridad democrática en las zonas mineras y la criminalidad se desborda en las ciudades.

A pesar de la segunda vacancia frustrada, el Ejecutivo sigue debilitándose y desmoronándose. Sin embargo, la oposición también se desgasta en tanto que la vacancia presidencial y las movilizaciones ciudadanas se trivializan. 

¿Por qué la oposición se debilita casi al mismo tiempo que el Gobierno? Por una sola razón: los sectores opositores no han percibido que el Ejecutivo se ha replegado en sus objetivos de la constituyente para disputar objetivos parciales: la colectivización de las relaciones laborales y el abandono de las zonas mineras a las minorías radicales. El Ejecutivo se repliega, pero la oposición solo apunta al objetivo máximo de la vacancia, sin proponerse batallas parciales.

¿Acaso el fracaso de la vacancia es también el fracaso de la oposición? Podría serlo si es que ella no se reinventa.

Sin renunciar a los objetivos máximos, la oposición debería presentar batallas parciales con el objetivo de defender la Constitución y las libertades, sobre todo ahora que no existe la mayoría para procesar una vacancia. De otro lado, vale señalar que los mejores momentos de la oposición se presentaron cuando ella desarrolló batallas parciales: la ley que ratifica el mandato constitucional de procesar las reformas totales o parciales de la Constitución previamente en el Legislativo, la ley que precisa la cuestión de confianza, y la negativa a la reforma tributaria colectivista del MEF de Pedro Francke.

Cuando la oposición propuso esas batallas parciales formó mayorías viables y macizas. Quizá es hora de definir en qué áreas se desarrollarán aquellas batallas sectoriales, pero decisivas para el desenlace final. Por ejemplo, el Congreso debe aprobar normas claras para evitar la injerencia del Ejecutivo en la institucionalidad de las fuerzas armadas y policiales. Es un asunto que no debe esperar. De otro lado. Una agenda de mediano plazo debe apuntar a desmontar la reforma política de la pasada administración Vizcarra, que destruyó la posibilidad de crear un sistema político: negativa del Senado y la absurda prohibición de la reelección de los congresistas, que nos condena a una mediocridad perpetua.

El otro gran campo de batalla de la oposición debería concentrarse en la defensa del modelo económico: preservar la responsabilidad fiscal con leyes que refuercen el papel del Consejo Fiscal, evitar la destrucción del sistema privado de pensiones que propone Perú Libre y detener el intento del Ministerio de Trabajo de colectivizar las relaciones laborales, derogando la ley que elimina la tercerización y restableciendo la vigencia de la Ley de Promoción Agraria.

Si la oposición en el Congreso se decide a pelear batallas y reformas parciales y la movilización ciudadana no solo se expresa en marchas, sino también en organización de abajo hacia arriba, quedará en evidencia que en el Perú es verdad que hay un Ejecutivo influenciado por las corrientes comunistas más ortodoxas. Sin embargo, las instituciones y el sistema republicano se siguen rigiendo por la Constitución de 1993. El colectivismo tendría el Gobierno, pero no el poder.

  • 29 de marzo del 2022

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