Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
En el libreto boliviariano, para que un gobierno se perpetúe en el poder, una de las condiciones sine qua non (sin la cual no es posible), es la destrucción de la economía de mercado y del sector privado. Semejante proceso ya comenzó en el Perú con la convocatoria de una asamblea constituyente y la designación del Gabinete Bellido. Y sostenemos que ya empezó porque Newmont, una de las mineras más grandes de oro del mundo, acaba de postergar hasta diciembre la decisión de invertir US$ 2,100 millones en el proyecto Sulfuros, en Cajamarca.
La postergación de este proyecto, a nuestro entender, solo representará el inicio de una cadena de anuncios en el mismo sentido, tanto de las grandes como de las medianas y pequeñas inversiones. Nadie invierte en un país ni confía en su moneda nacional si el jefe de Estado propone una constituyente para cambiar el modelo económico.
No se necesita entonces ser un zahorí para entender que la economía se ha detenido en seco y lo que se viene para más adelante es un crecimiento vegetativo. Es decir, la posibilidad de recuperar algunos puntos del PBI perdidos por la pandemia y el mal manejo económico de la administración Vizcarra. Nada más. En este contexto, todo entrará en pausa y la pobreza seguirá aumentando, mientras los ciudadanos y empresas seguirán corriendo en busca de dólares para salvar sus ahorros frente a la irresponsabilidad del Ejecutivo.
Sin embargo, más allá de los anuncios de Pedro Francke, titular de Economía, sobre el regreso de la disciplina fiscal, es incuestionable de que de aquí hasta diciembre el Ejecutivo buscará quemar los últimos restos de la caja fiscal con objeto de dotarse de una base social en el más corto plazo. El objetivo: utilizar el Estado para conseguir la popularidad que le permita forzar la convocatoria de una constituyente.
Si se continúa en ese camino, la administración Castillo intentará gastar todos los recursos del Estado, ahogar al sector privado, aplastar a los mercados formales e informales, hasta que la riqueza nacional se agote. En ese contexto, sin recursos en el sector privado y la sociedad se presentará al Estado como el gran salvador de la desgracia nacional y, entonces, se desatará la ola de estatizaciones y expropiaciones para enfrentar “el sabotaje de los empresarios”. Se trata del libreto chavista aplicado en Venezuela.
Por todas estas consideraciones, la oposición democrática –que debe abarcar a la mayoría del Congreso y a los nuevos y viejos políticos que se organizan frenéticamente– debe comprender con urgencia que salvar el capitalismo es uno de los caminos más directos para salvar la libertad. Frente a la amenaza del totalitarismo, todas las ingenuidades del progresismo que pretenden separar la libertad del capitalismo se desmoronan como los castillos de arena frente a las olas en la playa.
¿Qué significa defender el capitalismo? En primer lugar, gestar en el Congreso una mayoría que sancione leyes a favor de la inversión y la desregulación de mercados. Por ejemplo, derogar la ley que deroga la Ley de Promoción Agraria, y también derogar la norma que establece que los espacios comunes de los edificios pueden ser intervenidos por el Estado en situaciones de emergencia. En otras palabras, restablecer los principios constitucionales que resguardan la propiedad privada.
En segundo lugar, movilizar a las instituciones y a la ciudadanía en la defensa de la autonomía del Banco Central de Reserva, la Superintendencia de Banca y Seguros y la continuidad de Julio Velarde al frente del ente emisor. Igualmente, se debe defender la autonomía de los organismos reguladores (Osinergmin, Ositran, Sunass, Indecopi, entre otros).
De otro lado, cada intento del Ejecutivo de paralizar una inversión debe ser respondido con la más amplia movilización ciudadana. Por ejemplo, el radicalismo ha creado la imagen de que la mayoría de arequipeños está contra el proyecto de cobre Tía María en el valle de Tambo porque las minorías radicales suelen ejercer violencia bloqueando carreteras y puentes. Es una imagen errada. Únicamente la movilización de las mayorías a favor de ese proyecto puede cambiar la situación.
Es incuestionable, entonces, que para defender la libertad hay que defender el capitalismo y la inversión privada. No hay otra.
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