A defender el modelo cueste lo que cueste

Al cierre de esta edición, el cómputo de la ONPE sobrepasaba el 70% de las actas del último proceso electoral y los resultados señalaban que Pedro Castillo de Perú Libre y Keiko Fujimori de Fuerza Popular iban a pasar a la segunda vuelta electoral. 

El Montonero.pe es un portal que tiene una línea editorial claramente definida, cuyos principales objetivos son la defensa del sistema republicano y la economía de mercado. Por estas consideraciones, nos hemos manifestado abiertamente en contra de las iniciativas que pretenden convocar una asamblea constituyente para redactar una constitución anticapitalista, tal como lo ha planteado el candidato Pedro Castillo.

Ahora que los resultados electorales registran la rabia de la mayoría de peruanos en contra de un Estado fallido –administrado por una burocracia colectivista– y que, pese a tener enormes recursos, no puede comprar camas UCI, oxígeno ni vacunas, debemos señalar que, a pesar de todos los fracasos del Estado, nunca se había logrado tanta inclusión y tanta reducción de pobreza en toda nuestra historia republicana. Desde la vigencia de la actual Constitución, el Perú redujo la pobreza del 60% de la población a solo 20%. Si hoy esta lacra social llega al 30% solo se explica por los despropósitos del vizcarrismo en la pandemia y la emergencia.

Si existe alguna duda vale recordar que la tercera generación de migrantes a las urbes ahora se ha constituido en la clase media que consume en los malls de las ciudades del Perú. Y de una u otra manera, el empuje empresarial y la inversión en los mercados populares ha derribado las tradicionales barreras culturales y raciales que existían entre el mundo andino y las sociedades criollas. Hoy en el Perú existe mucho más peruanidad gracias al crecimiento y los mercados. Los ricos y los segmentos sociales ya no vienen de la cuna, sino de los mercados.

La protagonista de este proceso ha sido la inversión privada que, hasta el 2015, solía invertir el 25% de un PBI que se había triplicado ante la sorpresa del planeta entero. En este contexto, el Estado falló de principio a fin, pese a que se llenó de plata con los impuestos recaudados en el sector privado. El Estado nunca proveyó buenos servicios, hasta que vino la pandemia y todos sentimos que la organización estatal manejada por la burocracia colectivista no servía para nada. Y entonces la ira se desbordó por la izquierda y la derecha, con el objeto de arrojar la actual burocracia del Estado. Por allí reside la naturaleza del resultado electoral.

La gran encrucijada que los electores deberán entonces resolver en la segunda vuelta es cuál es la naturaleza de la protesta, de la rabia nacional, en contra de la administración Sagasti y la burocracia progresista. Una ira que proviene del hecho, por ejemplo, de que ni siquiera podemos salvar la vida de nuestras familias frente al monopolio estatal de las vacunas.

Si bien Perú Libre es una izquierda con más influencias andinas, rurales, provincianas –bastante alejada de la frivolidad de la progresía limeña–, sin embargo, se ha comprado todo el discurso bolivariano y anticapitalista, e incluso mantiene vínculos con el radicalismo maoísta. Es una izquierda diferente, es verdad, pero igualmente tradicional y anticapitalista que las izquierdas tradicionales que conocemos. 

Para este movimiento la tragedia nacional se explica por “el modelo neoliberal”, y no por la existencia de un Estado fallido que no compra vacunas. Asimismo, para ellos la pobreza es consecuencia de la explotación de los ricos, y no tiene que ver con la incapacidad de un Estado para construir carreteras, postas médicas y escuelas, pese a tener las arcas repletas de dinero por los impuestos cobrados. Según esa interpretación, la pobreza no es consecuencia del fracaso del Estado en la redistribución, es la expresión de la explotación. 

En otras palabras, en Perú Libre no hay nada nuevo. Es el mismo chavismo, el mismo estatismo, el mismo colectivismo, el mismo comunismo que ha organizado las principales tragedias de la humanidad y que explican la hiperinflación de los años ochenta en el Perú y la conversión de Venezuela en un mendigo en donde las antes poderosas clases medias ahora se comen a sus mascotas.