El secuestro y el asesinato de 13 trabajadores, con la respect...
Algunos sectores celebran el desenlace político del 2018 porque el llamado sector “fujiaprista”, al parecer, ha sido derrotado en todas las líneas. La variopinta coalición que encabeza el presidente Vizcarra ganó holgadamente en el último referéndum, mientras que la actual mayoría legislativa avanza a convertirse en una mayoría relativa con la formación de nuevas bancadas. Y por si fuese poco, los principales líderes de la oposición están encarcelados y judicializados con argumentos deleznables.
El profesor Hugo Neira ha sostenido que el desenlace político y judicial del 2018 es el triunfo de la antipolítica. Una tesis que suscribimos plenamente en este portal. La política moderna se inventó para que los adversarios evitaran hacer la guerra y crearan pactos y consensos. En el Perú algo así no ha sido posible. Fuerza Popular empezó a cultivar la antipolítica, la mala política, con su absurda decisión de desarrollar una estrategia de colisión Legislativo versus Ejecutivo sin precedentes.
Más tarde el presidente Vizcarra tuvo el acierto de liderar la indignación ciudadana luego de los CNM-audios, pero la encauzó en contra de la mayoría legislativa, organizando una falacia política. Los yerros acumulados por el fujimorismo (sobre todo su renuncia a transformar el país) posibilitaron concretar la estratagema. El resultado: un referéndum que en vez de reformar los sistemas de justicia y político terminó bastardeando la Constitución (estatización de las campañas electorales y no reelección congresal sin bicameralidad).
De esta manera, la extraordinaria oportunidad que nos brindaba la indignación ciudadana desatada por los CNM-audios se perdió en la polarización. Por ejemplo, con la prohibición de contratar publicidad privada en las campañas en radio y tv, hoy la Constitución de 1993 —pro mercado y desreguladora en economía— ha sido estatizada peligrosamente en la política, con el objetivo de que el Estado y los medios tradicionales (que administran frecuencias estatales) se conviertan en los grandes árbitros de las campañas electorales. Terrible. De allí que un próximo Congreso deberá revisar a conciencia todas las reformas vizcarristas y emprender las transformaciones institucionales de fondo. Un resultado claro de la antipolítica.
Pero quizá lo más grave del triunfo de la antipolítica es que aleja al Perú de las reformas urgentes que necesita para evitar la temible trampa de ingresos medios. Hoy el país tiene una economía de ingreso medio (que ha reducido la pobreza, del 60% de la población a solo 20%), donde ya no se puede seguir pagando salarios bajos, pero que tampoco puede competir con los países desarrollados. El motivo: la escasa complejidad y diversificación de su aparato productivo. El país necesita, con urgencia, reformas institucionales, una reforma laboral, transformar los sistemas educativos y de salud para apostar por un capital humano innovador. También requiere solucionar todos los problemas acumulados en infraestructuras para que los mercados sigan expandiéndose y diversificando.
¿Qué Ejecutivo o Legislativo puede emprender semejantes reformas en medio de una guerra política? Un evidente triunfo de la antipolítica. Todos sabemos que los países que se empantanan en la trampa de ingreso medio, con ralentización del crecimiento y aumento de pobreza, generalmente involucionan hacia recetas estatistas y populistas. El Perú ya empieza a entrar a esa peligrosa etapa con expansiones económicas por debajo del 4% del PBI, que no permiten reducir pobreza.
La distancia de una segunda ola de reformas y el entrampamiento en la antipolítica también le permite al Ejecutivo alejarse de los problemas de gobernabilidad: tasa de crecimiento del PBI, reconstrucción del norte, detener la ola criminal, enfrentar la anemia y la desnutrición infantil.
Con la antipolítica perdemos todos. Pierde el Perú, los más pobres, la oposición, el Congreso. Pero sobre todo el presidente Vizcarra, porque desperdicia una oportunidad única para desarrollar un gobierno que deje huella. Feliz Navidad y que la política regrese el 2019.
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