El Perú enfrenta un momento crucial para definir el rumbo de su...
Desde la promulgación del Decreto Legislativo 882, que permitió la inversión privada en la educación –al margen de la falta de una política de Estado y la ausencia de reformas en el sector–, se han producido cambios tectónicos en el sistema educativo que nos permiten seguir apostando por una reforma integral de la educación.
Antes de la inversión privada en el sector, en el sistema universitario, dos tercios de la matrícula eran atendidos por las universidades públicas, en tanto que un tercio correspondía al sector privado, por las universidades asociativas (La Católica, Pacífico, Cayetano Heredia). Luego de casi tres décadas de inversión privada las cifras se han invertido: dos tercios de la matrícula corresponden al sector privado (universidades asociativas y societarias) y un tercio a los claustros públicos.
Según las cifras presentadas por Fernando Barrios, presidente de la Federación de Instituciones Privadas de la Educación Superior (FIPES), durante la última versión del CADE, en el 2012 existían 517,000 estudiantes universitarios y hoy existen 1.5 millones de alumnos en la educación superior. En otras palabras, sin la inversión privada hoy la universidad pública estaría en ruinas por la fuerza de la presión demográfica de matrícula universitaria.
Un ejemplo claro de esta situación. Antes de permitirse la inversión privada en el sector, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos tenía entre alumnos de pregrado y posgrado alrededor de 45,000 estudiantes. Luego de tres décadas de inversión privada, San Marcos sigue teniendo la misma cantidad de alumnos. Es la misma realidad de todas las universidades nacionales en las regiones. En otras palabras, la inversión privada ha terminado salvando a los claustros públicos de la tugurización generalizada, una realidad que destruye los argumentos de los sectores que pretenden demonizar a la inversión privada.
Al respecto Barrios presenta otra cifra sorprendente: las universidades públicas han incrementado sus presupuestos de S/ 2,174 millones en 2012 a S/ 4,875 millones en el 2024. En otras palabras, han duplicado sus presupuestos. Los claustros públicos, pues, tienen presupuestos multiplicados, pero la misma cantidad de alumnos.
Sin embargo, el papel de la universidad privada, en específico el modelo societario de universidad, no solo ha posibilitado ampliar la cobertura universitaria, sino que ha creado una oferta privada de altísima calidad y ha facilitado el relanzamiento de los claustros públicos, tal como viene sucediendo. Hoy la excelencia académica se ha diversificado en universidades públicas, asociativas y societarias, tal como se registra en los índices y rankings nacionales y mundiales que se suelen publicar.
Algo más que merece resaltarse. La emergencia de una oferta privada universitaria de excelencia académica ha terminado con “las universidades para ricos y para pobres” que existían antes de haberse posibilitado la inversión privada en el sector. ¿A qué nos referimos? La tugurización y la politización de las universidades públicas décadas atrás habían derrumbado la calidad de la oferta pública, mientras un puñado de claustros asociativos mantenían altos estándares de calidad. En este contexto las universidades privadas establecían pensiones que solo podían pagar los sectores altos de la sociedad.
Hoy la emergencia de una oferta privada de calidad y la intensa competencia académica entre los claustros ha posibilitado bajar las pensiones a niveles accesibles para los sectores medios emergentes, creándose un sistema virtuoso de calidad de universidades públicas, asociativas y societarias accesibles para todos los sectores sociales.
¿Alguien puede dudar del papel constructivo en la excelencia académica de la inversión privada en la universidad?
















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