Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
El papel del sector privado y la sociedad en la reforma
Con el cambio de Gobierno se ha reiniciado un interesante debate sobre las claves de una reforma educativa de cara al siglo XXI y, sobre todo, de las grandes tendencias innovadoras que sacuden al planeta. La discusión sobre la reforma educativa que impulsa Jaime Saavedra, actual titular de Educación, de alguna manera, ha estado postergada por los elogios de una abrumadora mayoría mediática.
No se pueden negar los avances de Saavedra. Entre el 2011 y el 2016 el presupuesto del sector se ha incrementado en 88%, se ha recuperado la jornada escolar completa, se ha retomado la reforma de la carrera magisterial de la anterior administración, se ha continuado con los colegios de alto rendimiento y se ha implementado un plan de infraestructura con participación del sector privado. Felicitaciones. Pero semejantes iniciativas, a nuestro entender, no nos permiten hablar de una reforma educativa. A lo mucho se podría hablar de la recuperación del papel del estado en el tema educativo.
El gran problema de Saavedra y su equipo es que se considera que la reforma educativa solo se explica por la acción del Estado; y sobre ese criterio, se pretende excluir el aporte del sector privado y la sociedad. Algunos creen que el mundo está en el siglo XIX, cuando la I Revolución Industrial y la masiva alfabetización de Occidente consolidaron los estados nacionales modernos. ¡Tremendo error! Hoy el mundo ha ingresado a la IV Revolución Industrial, que se caracteriza por Internet de las cosas, los sistemas ciberfísicos, la cultura maker (hágalo usted mismo) y la Industria 4.0. En todos estos procesos los principales protagonistas son el sector privado y la sociedad.
En las grandes reformas educativas de las últimas décadas (Asia e India) las ideas de un “un Estado que alfabetiza”, que “garantiza la calidad de los maestros” y que “dicta los parámetros de lo académico, la ciencia y la cultura”, han sido dejadas de lado para desencadenar la innovación de la sociedad y el sector privado. En el Perú, el ministro Saavedra pretende centralizarlo todo.
Pero eso no es todo. En las sociedades de bienestar de Occidente, caracterizadas por gran protagonismo estatal en la educación, ante la paradoja del desarrollo que aumenta la longevidad y disminuye la natalidad (menos trabajadores activos y menos recaudación estatal) se busca desesperadamente diversificar la oferta en educación, salud y pensiones, porque no hay manera de que el Estado atienda estos servicios. Es decir, se convoca al sector privado y a la sociedad. En el Perú el ministro Saavedra busca centralizar la oferta: se opone a la acreditación de los colegios privados para que no sean mejores que los estatales, y pretende bloquear las acreditaciones de las carreras universitarias impulsadas por los claustros privados.
El sector Educación ha incrementado su presupuesto en 88%. Aplausos. Sin embargo, si seguimos creciendo, reduciendo pobreza y expandiendo a las clases medias, tarde o temprano, ¿no enfrentaremos las paradojas del desarrollo? ¿No tendremos los mismos problemas que las sociedades de bienestar para financiar la educación?
Aquí una de las claves de la reforma educativa (al igual que en Suecia y otros países) podría ser subsidiar la demanda antes que la oferta. Es decir, al alumno (en este caso el de extrema pobreza) antes que al colegio estatal. ¿Qué significa algo así? Que se debería destinar los escasos recursos estatales a los estudiantes de extrema pobreza y, con semejante financiamiento, la familia del alumno subsidiado debería estar en condiciones de elegir el mejor colegio estatal, privado o cualquier modelo. De pronto, un alumno pobre podría estudiar en el Roosevelt o el Markham. ¿Sueño? Los debates son para soñar lo mejor, ¿no?
Si los recursos estatales se destinan a los más pobres (tal como ha sucedido con más de 70,000 beneficiados de Beca 18 en esta administración), y quienes pueden solventar la educación (escalonadamente) de acuerdo a su situación económica pagan, entonces, el dinero estatal se destinaría a “crear igualdad de oportunidades” entre los más pobres y los más ricos. Semejante posibilidad tiene una condición impostergable: que exista competencia entre los colegios estatales y privados por el subsidio. Es decir, pluralidad de oferta educativa.
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