Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) acaba de informar que la mitad de los estudiantes del planeta –más de 850 millones– no asiste a las escuelas, centros de educación superior y universidades por las cuarentenas sociales y las medidas restrictivas que han asumido 102 países para luchar contra la expansión del Covid-19. Se calcula que el número de estudiantes prohibido de asistir a las aulas aumentará en los próximos días a medida que los estados endurezcan las medidas para detener el contagio del Covid-19 o coronavirus.
Ante el incremento de la velocidad de la clausura de las escuelas y universidades, la Unesco está proponiendo echar mano de todos los recursos disponibles para la educación a distancia: desde videos grabados por los profesores y presentaciones en tiempo real hasta programaciones educativas en canales de televisión y radio.
“La situación actual impone a los países inmensos desafíos para poder proporcionar un aprendizaje ininterrumpido a todos los niños y jóvenes de manera equitativa. Estamos intensificando nuestra respuesta mundial mediante la creación de una coalición para garantizar una respuesta rápida y coordinada. Más allá de la satisfacción de las necesidades inmediatas, este esfuerzo es una oportunidad para repensar la educación, ampliar el aprendizaje a distancia y hacer que los sistemas educativos sean más resistentes, abiertos e innovadores”, dijo la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay.
La reacción de la UNESCO ante los cierres de escuelas y universidades para contener la pandemia planetaria del coronavirus puede convertirse en una extraordinaria oportunidad para reformar los sistemas educativos de cara a la revolución de las tecnologías y la IV Revolución Industrial. Si bien las mejores sistemas educativos y universidades del planeta siguen emplazados en Occidente, es incuestionable que Asia comienza a llevar una larga ventaja en las relaciones entre educación y revolución digital.
Un caso a tomar en cuenta, por ejemplo, es la acelerada alfabetización de los países asiáticos. A Occidente le tomó dos siglos alfabetizar a la mayoría de su población, mientras que los países asiáticos lograron esa proeza en apenas tres décadas. Una de las claves del éxito: la utilización de las tecnologías en la escuela. En India, por ejemplo, son conocidas las llamadas escuelas inversas: mediante clases en video (que el alumno puede rebobinar cuando no comprende) se aprende en las casas, en tanto las tareas se hacen en la escuela con la ayuda del profesor. En este contexto, las familias se movilizan y también aprenden junto con los niños, para que ellos no pierdan los cronogramas de la escuela.
Como se aprecia con meridiana claridad –tal como se ha observado en la experiencia asiática– la escuela digital puede convertirse en uno de los instrumentos más poderosos de inclusión educativa. ¿Por qué entonces existe tanta resistencia en Occidente, en América Latina y el Perú, en multiplicar la enseñanza y aprendizaje digitales? El gran problema de la revolución digital en la escuela es que los estados, de una u otra manera, pierden poder, el que se traslada a la sociedad.
Por ejemplo, los estados gustan de establecer currículos para las carreras de ingenierías. Si Occidente tiene a Silicon Valley y Asia a Shenzhen, lugares donde se compite por la última tecnología de los smartphones, de la robótica, de la nanotecnología, del Internet de las Cosas, ¿cómo así podría sobrevivir cinco años un currículo de ingeniería aprobado por una dependencia de cualquier Estado ante el vértigo y velocidad de la innovación? La cosa suena locura.
Al margen de cualquier debate, la guerra contra el Covid-19 obliga a los estados y a los organismos mundiales a enfocar las miradas en la relación de la educación con las tecnologías. Es la única manera de mantener las cuarentenas en la guerra contra el coronavirus, y es el camino más directo para engancharse con las mejores tendencias de la IV Revolución Industrial.
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