Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
En una entrevista concedida a El Comercio, Óscar González Rocha, presidente ejecutivo de Southern Perú, señaló que el proyecto Tía María podría empezar a producir en el segundo semestre del 2026 o a inicios del 2027. Agregó que la construcción del proyecto podría iniciarse en el segundo semestre de este año e informó que la oposición a Tía María se había reducido considerablemente. Uno de los anuncios del directivo de Southern que merece subrayarse es que la empresa mantiene su compromiso de construir una represa para incrementar la productividad de los agricultores del valle de Tambo y de la zona de influencia.
Como se ha informado hasta la saciedad, el proyecto Tía María representa una inversión de US$ 1,400 millones, alrededor de S/ 300 millones en canon y regalías y cerca de 9,000 puestos de trabajo, entre directos e indirectos. Sin embargo, el anuncio del reinicio de las actividades de Tía María puede significar el fin de los relatos y narrativas que construyeron las oenegés anticapitalistas y que señalaban que el desarrollo de la minería moderna era una amenaza para los recursos hídricos del consumo humano y de la agricultura.
Bajo estos relatos se paralizaron los proyectos de cobre de Tía María en Arequipa y Conga en Cajamarca con el estribillo de “agua sí, oro no”. En la región cajamarquina, además, se detuvieron los proyectos La Granja, El Galeno, Michiquillay, entre otros. El Perú detuvo sus inversiones en minería y comenzó un proceso de estancamiento e involución económica que ha llegado hasta el actual aumento de pobreza. Influenciados por estas narrativas, por ejemplo, se sobrerregularon los procedimientos de las empresas de minería ante el Estado, llegando a incrementarse de 12 a más de 265. El objetivo era detener nuevas inversiones.
Algo más. La influencia de estos relatos fue tan determinante que hasta los partidos políticos comenzaron a mirar los hechos a través de estas fábulas. Por ejemplo, el Congreso aprobó una ley de cabeceras de cuenca que señalaba que sobre los 3,000 metros sobre el nivel del mar (msnm) no deberían existir proyectos mineros y otras actividades económicas con el objeto de proteger las cabeceras de cuenca, es decir “el lugar donde se originan las fuentes hídricas para el consumo humano y la agricultura”. Una normatividad nacida de una verdadera fábula, porque todos sabemos que el origen de los recursos hídricos en los Andes son las lluvias. Por lo tanto, si de cosechar agua limpia para el consumo humano y la agricultura se trata, el camino es construir represas y reservorios, tal como lo acaba de plantear el ingeniero González Rocha.
Para entender la magnitud desorganizadora de estas narrativas vale señalar que el 80% de los proyectos de cobre están sobre los 3,000 msnm.
Los relatos y narrativas, pues, de alguna manera mueven al mundo. Ahora que avanzan Tía María y Michiquillay, por la fuerza de los hechos y las necesidades se abre la posibilidad de acabar con estas leyendas y mentiras que han organizado las oenegés anticapitalistas en contra de la minería moderna.
La postergación de los proyectos mineros en Cajamarca han convertido a la región en la más pobre del país, no obstante que podría tener uno de los ingresos per cápita más altos y una poderosa clase media. El cinturón de cobre cajamarquino del norte le agregaría un millón de toneladas métricas de cobre (TMC) a nuestra producción anual de 2.7 millones de TMC y relanzaría la construcción de la represa de Chonta para que los cajamarquinos tenga agua todo el día –y no solo por algunas horas– y los agricultores desarrollen más de una siembra al año.
El avance de Tía María, pues, tiene una enorme significación para el proceso de crecimiento y reducción de la pobreza en nuestra sociedad. Allí está la posibilidad de superar los relatos perniciosos de las oenegés anticapitalistas.
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