Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
Después del año y medio del gobierno de Pedro Castillo, en el que desde el Ejecutivo se promovió una constituyente y la nacionalización de recursos naturales, parecía natural que el Perú entrara en recesión y comenzara a aumentar la pobreza. El motivo: se paralizaron todas las inversiones. Sin embargo, después del golpe fallido de Castillo y el restablecimiento del Estado de derecho también parece natural que el país se enrumbe por el camino de las inversiones, la reactivación de los mercados y el crecimiento. Pero eso no sucede como se espera.
Quizá una manera de dejar en claro que el Perú ha vuelto por la senda del crecimiento y la reactivación de la economía sea el relanzar la cartera de inversiones mineras –sobre todo la de cobre– que permitirían al Perú crecer sobre el 5% anual y reducir varios puntos de pobreza por año. Algo más. Desde inicios de este milenio se proyectaba que si el país continuaba creciendo sobre el 6% anual en el Bicentenario se podría alcanzar el ingreso per cápita cercano a un país desarrollado. No acaeció así porque se paralizaron los proyectos en minería, en las agroexportaciones, se bloquearon las inversiones en infraestructuras, mientras el Estado se sobrerregulaba hasta llegar a una burocratización extrema.
El país avanzaba a convertirse en un verdadero puma de América Latina –emulando a los tigres de Asia que alcanzaron el desarrollo en cuatro décadas–, sin embargo, todo se frenó dramáticamente. Una de las mayores expresiones de ese frenazo fue el bloqueo de los proyectos Conga en Cajamarca y Tía María en Arequipa, con el estribillo demagógico “agua sí, oro no”. Y no obstante que las mencionadas iniciativas habían desarrollado estudios de impacto ambiental con los más altos estándares del planeta.
El Perú no solo necesita reformar su Estado, su sistema político, su sistema judicial, acabar con el Estado burocrático para formalizar la economía y flexibilizar los contratos de trabajo para formalizar el empleo, sino que necesita relanzar el crecimiento inmediato para volver a reducir pobreza y alejar los pesimismos que alientan la demagogia y el populismo. Uno de los símbolos más importantes de esa nueva voluntad es concretar los proyectos de Tía María y de Conga estableciendo un mensaje a la comunidad nacional e internacional: el Perú vuelve por la senda del Estado de derecho y las inversiones nacionales.
Ahora que el precio de la libra del cobre supera los US$ 4.50 y que la demanda del metal rojo se triplicará en el 2050, no es exagerado sostener que en la industria minera del cobre es una de las grandes soluciones para los problemas que atraviesan al Perú: desde los problemas fiscales derivados de un Ejecutivo incapaz de reducir gastos –a través del aumento de la recaudación– hasta un crecimiento sostenido sobre el 5%, más allá de la crisis política, que posibilitaría enfrentar con rapidez la terrible tendencia de la sociedad a aumentar pobreza.
Ahora el Perú produce más de 2.5 millones de toneladas métricas de cobre. Si Conga y Tía María entraran en construcción, en el acto, se incorporarían otros proyectos en Cajamarca como La Granja, El Galeno, Michiquillay –que está con grandes avances–, entre otros, que permitirían que la producción nacional de cobre se incremente en más de un millón de toneladas métricas (TMC). Con esta expansión de la producción, en muy pocos años, por ejemplo, Cajamarca pasaría de ser de la región más pobre del Perú a una con el ingreso per cápita más alto del país. El Perú avanzaría a arrinconar la pobreza debajo del 15% y las clases medias se expandirían considerablemente, afirmando nuestra condición de ingreso medio.
Es incuestionable que materializar Conga y Tía María, dos proyectos que han cumplido los estándares ambientales más altos, que cuentan con todas las autorizaciones demandadas por la Constitución y las leyes, representaría la afirmación del Estado de derecho y el símbolo más evidente de que el Perú vuelve por la senda de las inversiones.
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