Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
La región de Cajamarca, ubicada en el norte del Perú, vive actualmente una contradicción característica de la era contemporánea y del contexto nacional: a pesar de su considerable dotación de recursos minerales, la región figura entre las áreas más empobrecidas del país. A lo largo del tiempo, la percepción de la población respecto a la actividad minera en esta localidad ha sido influenciada por narrativas adversas promovidas por grupos activistas antimineros y corrientes ideológicas de corte izquierdista radical. Esta difusión de mensajes ha consolidado la creencia generalizada, a pesar de que es una evidente mentira, de que la explotación minera acarrea efectos nocivos para la agricultura, contamina los recursos hídricos y causa daños irreparables al entorno ecológico local. Como consecuencia de estas percepciones, numerosos yacimientos minerales de gran potencial económico permanecen sin explotar en Cajamarca.
A pesar de los desafíos mencionados, la región de Cajamarca presenta una cartera de inversiones en el sector minero que abre la posibilidad de un cambio significativo en su dinámica socioeconómica en un futuro cercano. Específicamente, en Cajamarca se sitúa el conocido "cinturón de cobre del norte", que alberga proyectos mineros de envergadura como Conga, El Galeno, La Granja y Michiquillay, entre otros. Estas iniciativas representan inversiones de gran magnitud, con el potencial de generar una producción anual estimada en 1.5 millones de Toneladas Métricas de Cobre (TMC), lo que significaría un impulso significativo para la economía local y un cambio sustancial en la estructura productiva de la región.
Para maximizar las oportunidades generadas por estos proyectos cupríferos se hace necesario el establecimiento de un clúster minero en Cajamarca. Este clúster debería acompañarse de la construcción de una vía férrea hacia Bayóvar y el fomento de la industria manufacturera y los servicios vinculados a la minería. Un clúster minero como el que existe en Antofagasta (Chile), que ha propiciado un crecimiento significativo y una mejora en el nivel de vida de la población. La implementación de medidas análogas en Cajamarca podría acercar a los cajamarquinos al ingreso per cápita de un país desarrollado. Además el país podría producir más de cuatro millones de TMC, impulsando un crecimiento económico promedio anual superior al 5%. En un plazo relativamente breve, sería factible reducir la tasa de pobreza a nivel nacional por debajo del 15%.
Diversas empresas concesionarias de proyectos mineros en Cajamarca han propuesto trabajar en forma conjunta, para compartir infraestructura de producción, transportes y servicios de uso común, lo que les permitiría reducir costos de inversión. Así, Cajamarca se convertiría en un gran cluster minero, que incluso contaría con un ferrocarril propio, para el transporte del mineral hasta el puerto más cercano.
De los mencionados proyectos mineros, el más cercano a hacerse realidad es Michiquillay, ubicado en el distrito de La Encañada, provincia y región de Cajamarca, y que se configura como un pilar fundamental para el progreso económico en el norte del Perú. Este proyecto ha superado con éxito las complejas barreras burocráticas y ha cumplido escrupulosamente con todos los requisitos medioambientales, incluyendo la validación de su Estudio de Impacto Ambiental, por lo que ya ha sido aprobado por el Ministerio de Energía y Minas (Minem).
Según la información proporcionada por la empresa concesionaria, Southern Perú, este proyecto requiere una inversión aproximada de US$ 2,500 millones y prevé una producción anual de 225,000 TMC durante un período de explotación que se extiende por más de 25 años. Actualmente, el proyecto Michiquillay se encuentra en una fase avanzada de exploración. Y es necesario resaltar que la empresa concesionaria ha establecido diálogos constructivos y productivos con las autoridades locales y regionales, así como con las comunidades circundantes. Estos diálogos tienen como objetivo principal impulsar programas de desarrollo sostenible en la región, dando lugar a la creación del Fondo Social Michiquillay (FSM).
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