Editorial Cultura

Rompan todo: el evangelio según Santa Olalla

Polémicas en torno al documental sobre el rock latinoamericano

Rompan todo: el evangelio según Santa Olalla
  • 28 de diciembre del 2020

Varias generaciones de latinoamericanos han crecido escuchando rock de sus países y en su idioma. No obstante, no existía un documental que abarcara toda la historia del rock en el continente. Por eso las grandes expectativas generadas en torno a “Rompan todo: La historia del rock en América Latina”, documental de Picky Talarico y que se puede ver en la plataforma Netflix. Y al menos el primero de los seis episodios de esta serie, titulado “La rebeldía”, está a la altura de lo esperado, pues presenta un amplio panorama (México, Argentina, Uruguay, Perú, etc.) de los primeros grupos que hicieron covers, traducciones de los grandes éxitos del rock and roll; y también cómo, poco a poco comenzaron a crear sus propias canciones.

Pero pronto comienzan las decepciones: se pierde amplitud (la historia se centra solo en México y Argentina), los entrevistados (a pesar de ser viejas glorias del rock) no son muy lúcidos ni imparciales, se fuerzan los vínculos con la historia política y, por último, se da demasiado énfasis a las canciones y grupos más exitosos. En este texto analizaremos algunos de los motivos por los que “Rompan todo” ha resultado tan decepcionante (para muchos) y ha generado tantas polémicas.

¿Quién cuenta la historia?

En los documentales de este tipo se suele emplear un “narrador”, una voz en off con un guion, un discurso elaborado sobre el tema. Esa voz (guion) de alguna manera justifica las selecciones y omisiones que inevitablemente hay que hacer cuando se trata de un universo tan vasto, como los 60 años de historia del rock latinoamericano. Pero en “Rompan todo” no existe ese “narrador”, y se nos presenta directamente los testimonios de esos viejos rockeros. Un grave error, porque los entrevistados muchas veces se limitan a repetir lugares comunes: “Vi a xxx en vivo y me quedé deslumbrado”, “ellos fueron los primeros en mezclar el rock con la música propia de nuestro país”, “él es un genio, alguien especial”, “Yo fui el primero que hice…”, etc. No hay miradas de conjunto, no hay una línea evolutiva, no hay reflexiones de ningún tipo.

No obstante, sí hay una voz que se escucha recurrentemente, opinando sobre casi todos los artistas: la del argentino Gustavo Santaolalla. Rockero de primera generación –fue parte del grupo Arco Iris (1969-1975), desconocido fuera de su país– trató de reinventarse varias veces (incluso con un grupo new wave), pero solo logró el éxito como productor. En este siglo incluso ha obtenido dos Oscar por sus aportes musicales a las películas “Diarios de motocicleta” (2003) y Brokeback mountain (2005). Pero antes, en los años noventa fue conocido como “el Rey Midas del rock latino”, porque produjo a artistas como Café Tacuba, Los Prisioneros, Molotov, Julieta Venegas, Caifanes, Maldita Vecindad, etc. Sí, todos aquellos a los que se les da más tiempo e importancia en “Rompan todo”.

Rock: ¿fenómeno social o negocio?

La historia del rock puede ser contada desde diversas perspectivas: como fenómeno social, vinculándola con la historia política y social; como fenómeno artístico, analizando las diversas líneas y tendencias, y siguiendo su evolución en el tiempo; y también como fenómeno comercial centrándose en las canciones y artistas más exitosos. “Rompan todo” parece haber elegido la primera opción ya desde el título de la serie, lo que se confirmaría con los títulos de cada uno de los episodios (“La rebeldía”, “La represión”, etc.). Pero lo cierto es que no se logra hacer ninguna conexión entre el rock y los golpes de Estado, dictaduras y hasta tragedias recurrentemente mencionadas.

Lo que se hace más bien, como ya hemos señalado, es darle la palabra a los artistas más exitosos y populares para que nos cuenten sus historia personales: divos hablando de sí mismos y elogiando a sus amigos. Casi no hay ninguna crítica; salvo un ajuste de cuentas que le hace Santaolalla a Charly García por un verso de una canción de este último que decía: “mientras miro las nuevas olas / yo ya soy parte del mar”. Charly no tomaba muy en serio a los grupos new wave, incluyendo al de Santaolalla.

La valoración artística

Pero ninguno de los errores señalados en “Rompan todo” nos parece tan grave como el de haber dejado de lado la perspectiva artística. Debido a eso no podemos seguir las principales líneas evolutivas del rock latinoamericano, porque se privilegia a los grandes éxitos sobre los logros artísticos. Y no se trata solamente de que figure el grupo mexicano Maná, y no el peruano Frágil (llevando las cosas al extremo), sino que incluso dentro de la obra de cada artista se privilegian exageradamente los grandes éxitos. Ni siquiera se sigue la evolución de Soda Stéreo, el grupo más elogiado en toda la serie.

Algunos ejemplos pueden graficar la magnitud de este problema. El primero es Fito Páez. Todos sabemos que sus primeros discos –desde Del 63 (1984) hasta Ciudad de pobres corazones (1987)– son los mejores; sin embargo en el documental aparece cantando y contando la historia de “El amor después del amor” (1992). Algo similar sucede con Virus, representado aquí por una canción tan tonta como “Wadu Wadu”, algo así como su “Ob-La-Di Ob-La-Dá”. También con Julieta Venegas –se habla de las canciones del disco (2003) y no de las de Aquí (1997), muy superiores– y muchos otros, que aparecen en sus versiones menos rockeras, más blandas y más comerciales.

Los olvidados

A pesar de todos los errores que hemos señalado, los seis episodios de “Rompan todo” resultan un gozoso recorrido por la historia de nuestro rock y una excelente oportunidad para descubrir algunos discos y artistas valiosos. Por supuesto, casi todos tenemos nuestra lista de grupos que debieron estar en este documental y que no están. Queremos cerrar este texto con lo que nos respondió un especialista cuando le preguntamos qué grupo peruano, además de Los Saicos, mereció estar en “Rompan todo”:

Los Mojarras, un grupo que hizo del rock una expresión auténtica, sin poses. Los Mojarras no querían imitar ni sonar andinos, no buscaban fusionar ni rescatar un acervo perdido, tampoco querían sonar cumbieros; ellos eran así y se expresaban así, sin imposturas… Los Mojarras fueron masivos, sintonizaban con la gente, llenaban locales. En esos conciertos masivos lo artistas fuertes no eran Pedro Suárez Vértiz ni Miki González, sino Los Mojarras; con ellos se armaba verdaderamente la fiesta, un tono achorado con botellas rotas. Los Mojarras no tenían un interés social, un discurso pensado; eran simplemente la expresión del nuevo limeño, el hijo del migrante.

  • 28 de diciembre del 2020

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