El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
“El principal candidato está ahí debido a sus movimientos de cámara, escenografía, iluminación y actuación de actores, mas no por la historia narrada”
Desde que el arte se empezó a plasmar dentro de la literatura, con la escritura de cuentos clásicos, toda obra narrativa posee el esquema de los tres actos: el principio, el medio y el final. Y para que todo tenga relación entre sí se necesita la herramienta “línea de vida”, la cual consiste de un agente interno o externo que salva y/o soluciona el principal inconveniente del personaje primario. En el cine es algo clásico que se ve en toda película, tanto directa como indirectamente. Y en el caso de Bohemian Rhapsody pasa lo mismo: Freddie dialoga con su padre antes de salir a las presentaciones en vivo de diferentes grupos en los bares de Londres. Al final de la película, Freddie repite la frase que su progenitor le dijo cuando recién empezó con Queen: “Buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones”. Con eso le hace saber que cumplió con sus recomendaciones.
Luego de eso, es la puesta en escena, la actuación de Rami Malek, la escenografía, la iluminación y el sonido lo que ha llevado a Bohemian Rhapsody a ser una de las principales candidatas a llevarse el premio Oscar. Y poco más que eso porque, en primer lugar, el curso de la película se suele desviar mucho de su principal atracción: la vida del vocalista y líder de Queen, hablando más la historia del grupo y de algunos de sus éxitos (“Another one bites the dust”, “We will rock you”, “Love of my life” y la canción con el título de la película). En segundo lugar, porque el nacido en la hoy Tanzania también tuvo un álbum solista lanzado en 1985 —de –donde proviene el hit “Living on my own”—, una relación estrecha tanto con David Bowie y Boy George, y un inicio antes de llegar a Queen, sumado también a su vida temprana viviendo en Bombay con su familia, obviando esos temas que influyeron en el comportamiento y la pasión de Freddie.
No confundamos lo siguiente: la película en sí es impresionante, ya que la dirección de actores, el diseño de vestuario, la escenografía y el sonido llegó a ser tan bueno que el público se engancha; sobre todo en la escena final, donde más de uno internamente gritaba las canciones que se reproducían diegéticamente, y los actores llegaron no a imitar ni representar a los músicos, sino que se convirtieron en ellos metiéndose a fondo en su personaje. Un mérito de los histriones y del cineasta responsable ya que, citando a Ricardo Bedoya e Isaac León, los actores suelen ser improvisados, carentes de la preparación académica de un actor de teatro, y al momento de que les dan los papeles nunca se les da el guion completo. El problema radica en que, si el punto central de la película fue narrar la vida y el desarrollo del vocalista británico, un largometraje no fue la obra audiovisual correspondiente para ello, puesto que se limitaron muchos temas y se obviaron los mencionados en el párrafo anterior. Esta sería la razón para que el New York Times definiera al guión de la película como “poco profundo con presentaciones de gran tamaño”.
Si recordamos otras obras audiovisuales que narran la vida de artistas consagrados hoy en día —como el caso de Luis Miguel— entonces estaríamos de acuerdo en que faltó mayor profundidad en diferentes anécdotas y experiencias vividas por el artista. En el caso del cantante mexicano se hizo una serie de 13 capítulos para describir 10 años de su vida, desde sus inicios hasta la consagración. Si se hubiera optado por este género para la vida del nacido en Zanzíbar, con la misma producción, probablemente el resultado sería más apreciado y valorado, tanto por el público como por la crítica.
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