El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
En 1972, ante el masivo éxito de la telenovela Nino, las cosas simples de la vida (una coproducción peruano argentina), visitó nuestro país un grupo de sus protagonistas, entre ellos el actor argentino Osvaldo Cattone. Fue tal el afecto que recibió de los peruanos que Cattone decidió montar su propia compañía para producir y protagonizar obras de teatro en nuestra ciudad capital. Medio siglo después, Oswaldo Cattone ha muerto el día de ayer, a los 88 años de edad, en esa Lima que adoptó como suya, y en la que dirigió más de un centenar de obras de teatro, desde tragedias clásicas como Otelo (1978) hasta musicales como Annie (1988) pasando por obras experimentales, comedias y adaptaciones de grandes éxitos de Broadway. Fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes animadores de la escena teatral limeña de los últimos 50 años, y por eso le fueron concedidos reconocimientos como ser nombrado Personalidad Meritoria de la Cultura (Mincul, 2017).
Inocencio Osvaldo Cattone nació en Buenos Aires (Argentina), el 17 de enero de 1933. Apenas egresado del colegio, comenzó su carrera de actor participando en una serie de obras teatrales. Eso lo motivó a hacer estudios en la Accademia Nazionale di Arte Drammatica (Italia), que concluyó en 1959. A su regreso a su país retoma su carrera como actor teatral y pronto da el salto a la televisión, con las series El otro (1962), Carola y Carolina (1966) y Una vida para amarte (1970); pero sin dejar de lado el teatro. Incluso participó en varios ciclos de teatro hecho para la televisión, como Teatro como en el teatro (1964-1967) y Gran teatro universal (1970). Su mejor año en Argentina fue 1971, pues protagonizó la serie Así amaban los héroes, la telenovela Nino, y la obra de teatro Las mariposas son libres, en la que también actuó Susana Giménez, y con la que recorrió su país.
En 1972 Cattone participó en la telenovela argentina Mi dulce enamorada (1972), al lado de la peruana Regina Alcóver. Después la pareja protagonizó la telenovela peruana Me llaman Gorrión (1973). Fue en esa época que Cattone decidió establecerse en el Perú para hacer teatro, inicialmente con la obra Los ojos llenos de amor (1974) que él produjo, dirigió y protagonizó. A esa obra le seguirían en 1975, y siempre con Cattone en ese triple rol, La tercera palabra, No hay edad para el amor y una versión local de Las mariposas son libres. En 1976 presentó Mi muñeca favorita y Aleluya, Aleluya. Y así continuó ininterrumpidamente durante más de cuatro décadas, presentando entre dos y cuatro obras cada año, con grandes éxitos como Equus (1977), Lluvia (1978), El hombre de la mancha (1979), Historia del zoo (1980), Hijos de un dios menor (1981), El diluvio que viene (1982), Doña Flor y sus dos maridos (1984), etc.
En un inicio Lima no apreció del todo el valor de las puestas en escena de Cattone, en las que siempre hubo lugar para el teatro más comercial. Pero esas obras contribuyeron a poner “al día” a una escena teatral limeña entonces casi inexistente, o limitada a grupos teatrales de intelectuales o de aficionados. De alguna manera, Cattone puso de nuevo el teatro ante los ojos de todos los limeños, con producciones de calidad y que no descuidaban los aspectos relacionados con el espectáculo. A la difusión de sus obras contribuyeron en gran medida la fuerte personalidad de “divo” de Cattone, y su recurrente presencia en los medios y la televisión. Incluso llegó a tener su propio programa de TV, Cenando con Cattone (1981), así como su propio teatro, el Marsano. A eso se suma su labor de promotor de varias generaciones de buenos actores, quienes debutaron o mejoraron su desempeño gracias a las oportunidades que les dio en sus siempre comentadas obras.
Sin lugar a dudas, Cattone fue una de las personalidades más importantes e influyentes de la escena teatral limeña del último medio siglo. Al punto que en el resurgimiento que ha experimentado el teatro limeño en las últimas décadas (hasta antes de la pandemia), hay una fuerte presencia de obras “cattonianas”, dirigidas principalmente al gran público. ¡Hasta siempre, Osvaldo!
COMENTARIOS