El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Es toda una tradición que en la entrega del premio Nobel de Literatura el galardonado haga un largo discurso centrado en su vida personal y su obra. Una tradición que fue interrumpida por los disfuerzos del premiado el año pasado, el cantautor Bob Dylan, pero que ha sido retomada por Kazuo Ishiguro, el escritor británico-japonés que el domingo recibió el Premio Nobel de manos del rey Gustavo de Suecia, en una ceremonia realizada en Estocolmo. El largo discurso ha sido publicado por la propia Academia Sueca y tiene pasajes sumamente interesantes, como la confesión de que la vocación literaria de Ishiguro está relacionada con sus intentos de recordar el Japón de su infancia, pues se trasladó a Inglaterra (con toda su familia) a la edad de cinco años:
«Mientras crecía, mucho antes de que siquiera se me pasase por la cabeza crear mundos ficticios en prosa, ya estaba muy ocupado construyendo en mi cabeza un lugar repleto de detalles llamado "Japón", un lugar al que de algún modo pertenecía y que me proporcionaba cierta sensación de identidad y confianza…Cuando tenía veintitantos años empecé a aceptar que el Japón que existía en mi cabeza quizá no fuese otra cosa que una construcción emocional orquestada por un niño mezclando recuerdos, imaginación y especulación… Ahora estoy seguro de que esta sensación de que "mi" Japón era único y al mismo tiempo tremendamente frágil fue lo que me impulsó a escribir».
Otro momento interesante fue el reconocimiento de la influencia de Marcel Proust, a partir de la lectura (cuando Ishiguro ya había publicado una novela) de En busca del tiempo perdido:
«Me quedé obnubilado por el arranque del texto y las partes dedicadas a Combray. Las leí una y otra vez. Aparte de la absoluta belleza de esas páginas, lo que me entusiasmó fue el modo como Proust hacía que un episodio llevase al siguiente. La ordenación de los acontecimientos y escenas no seguía la lógica de la cronología, ni la de una trama lineal. En lugar de eso, eran las asociaciones tangenciales de los pensamientos, o los caprichos de la memoria, los que parecían arrastrar a la escritura de un episodio al siguiente. Y de pronto descubrí una manera interesante y más libre de escribir mi segunda novela».
También contó que su primera vocación fue la de cantautor y que de joven solía viajar con su guitarra y una máquina de escribir. Y aunque dejó la música por la literatura, reconoce que en su literatura hay elementos provenientes de la canción popular:
«En varias ocasiones he aprendido lecciones cruciales de las voces de algunos cantantes. Y me refiero aquí menos a las letras que cantan y más al modo en que lo hacen. Como sabemos, una voz humana que canta una canción es capaz de expresar una mezcla inconmensurablemente compleja de sentimientos. A lo largo de los años, aspectos concretos de mi escritura han recibido la influencia de, entre otros, Bob Dylan, Nina Simone, Emmylou Harris, Ray Charles, Bruce Springsteen, Gillian Welch y mi amiga y colaboradora Stacey Kent. Al captar algo en sus voces me he dicho a mí mismo: "Oh, sí, es esto. Esto es lo que necesito atrapar en esa escena. Algo muy próximo a esto". A menudo es una emoción que no puedo expresar en palabras, pero que está ahí, en la voz del cantante y que me ha proporcionado un objetivo hacia el que dirigirme».
Al final de su discurso hizo un “llamamiento” a los escritores de hoy y del futuro, para mantener vigente el arte literario. Un llamamiento centrado en dos aspectos:
«En primer lugar, debemos ampliar nuestro mundo literario para incorporar muchas más voces procedentes de más allá de las zonas de confort de las elitistas culturas del primer mundo. Debemos buscar con más energía para descubrir las gemas de lo que hoy siguen siendo culturas literarias desconocidas. Y en segundo lugar: debemos poner mucho cuidado en no resultar en exceso estrechos o conservadores en nuestra definición de lo que es la buena literatura. La próxima generación llegará con todo tipo de nuevos y en ocasiones desconcertantes modos de contar historias importantes y maravillosas. Debemos mantener la mente abierta ante ellos, en especial en lo que respecta al género y la forma, para poder apoyar y aplaudir a los mejores de ellos. En unos tiempos de divisiones peligrosamente crecientes, debemos escuchar. La buena escritura y la buena lectura derribarán barreras».
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