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Los últimos días del mes de julio han sido muy dolorosos para la cultura y las letras peruanas, con una racha de trágicas muertes de algunas personas muy queridas. Primero fue Marco Aurelio Denegri, reconocido comentarista y entrevistador de la televisión local, quien durante varias décadas fue conductor de programas de debate y culturales. Ese mismo día, 27 de julio, y apenas una horas después, se produjo el deceso de Enrique Verástegui, escritor emblemático de la generación del setenta y uno de los poetas peruanos más importantes de las últimas décadas. Por último ayer, 31 de julio, se sumó a ellos el crítico Abelardo Oquendo, vinculado a la generación del cincuenta y que tuvo a su cargo algunas de las revistas literarias más prestigiosas de nuestro medio, como Hueso Húmero. Recordemos aquí la vida y obra de estos dos escritores.
Enrique Verástegui nació en Lima, el 24 de julio de 1950, pero vivió su infancia y adolescencia en San Vicente de Cañete. Recién cuando concluyó su formación escolar regresó a Lima, a continuar sus estudios en la Universidad de San Marcos. Aquí pronto se integró al grupo de jóvenes poetas vitalistas y coloquiales que entonces se congregaban en torno a diversas universidades limeñas. Enrique pasó entonces a formar parte de Hora Zero, el grupo poético liderado por Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, aunque su poesía no comparte muchos de los postulados de ese grupo. Su notable talento para la construcción de imágenes y metáforas hizo que su primer poemario, En los extramuros del mundo (1971) fuera considerado unánimemente como el más destacado de toda la producción de esa generación. El reconocimiento a su talento se tradujo en una serie de becas, entre ellas la prestigiosa Guggenheim, que le permitieron pasar largas temporadas en países de América (México, Estados Unidos) y Europa (España, Francia).
Mientras tanto, Verástegui continuó desarrollando su obra literaria. En 1980 publicó Praxis, asalto y destrucción del Infierno, un extenso poema en el que intenta crear todo un nuevo sistema poético. Después seguirían una serie de textos híbridos, entre la poesía y el ensayo; pero su obra poética más ambiciosa es Ángelus Novus, un poemario en dos tomos (1989 y 1990), en el que todas sus propuestas literarias son llevadas al límite. Una obra hiperbólica e inabarcable, que hasta ahora sigue siendo objeto de estudio por parte de la crítica. Por aquellos años Verástegui también comenzó a incursionar en otros géneros literarios: el ensayo, con El motor del deseo (1987); la novela, con Terceto de Lima (1992); las memorias, con Diario de viaje: Arequipa (1991), y hasta las matemáticas, con El modelo del teorema (1997). Esas diversidad de intereses la mantendría hasta el final de su vida, pues los últimos libros que publicó fueron El principio de no-ser (ensayo, 2018) y Teoría y práctica de Xalmo (matemáticas, 2016).
Abelardo Oquendo nació en Lima, el 16 de enero de 1930. Hizo estudios de Letras y Literatura en la Universidad Católica, y de Derecho en la Universidad de San Marcos. Y aunque se inició como poeta —con el libro Poesía, continuidad maravillosa (1958)— pronto pasó a dedicarse a la crítica, especialmente a través de revistas literarias que él mismo fundó y dirigió. La primera de ellas fue Cuadernos de composición, que dirigió al lado del también recientemente fallecido Luis Loayza. Su siguiente proyecto fue la revista Literatura, cuya dirección compartió también Loayza y con Mario Vargas Llosa, dos de sus mejores amigos. Pero la revista con la que más se identifica a Oquendo es la prestigiosa Hueso Húmero, que dirigió —junto con Mirko Lauer— por más de 30 años. Además Oquendo hizo crítica periodista durante casi toda su vida, con columnas en los diarios El Comercio y La República, entre otros.
Se recordará siempre a Oquendo por una serie de textos y ensayos. El primero de ellos es el prólogo de Vida Continua (1971), el libro que reunió la obra poética completa de Javier Sologuren. En ese texto, uno de los más brillantes de todas la crítica literaria peruana, Oquendo hace una original interpretación de la totalidad de la obra de Sologuren, explicando cada una de sus etapas y su evolución. Otro texto memorable es el prólogo de su antología Narrativa peruana (1950-1970), en el que explica el surgimiento de toda una nueva generación de narradores peruanos. Y también la antología Vuelta a la otra margen (1970), hecha en colaboración con Mirko Lauer, que revalora a algunos poeta insulares e injustamente postergados dentro de la tradición literaria peruana.
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