Jorge Morelli

Volver al Senado

Para encapsular los conflictos políticos en el Congreso

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Jorge Morelli
06 de octubre del 2020


El argumento de que el Senado es necesario porque es una cámara más pensante y  reflexiva que la de Diputados es infantil. No existe tal cosa. La bicameralidad es necesaria por otra razón: porque permite encapsular el conflicto político en el Congreso, que es donde corresponde, y sacarlo del terreno de la relación con el Ejecutivo, donde pone a la democracia en peligro.

Un fallido equilibrio de poderes ha creado esta situación. En el Perú el Congreso tiene mucho más poder que el Ejecutivo. La Constitución le da tres armas desmedidas: la vacancia de la Presidencia, la censura de los ministros y la insistencia del Congreso en las leyes observadas por el Ejecutivo. Las dos últimas hasta hoy con solo la mitad de los votos de la única cámara. Un 30% de las leyes son observadas por el Ejecutivo, y el Congreso insiste con la mitad de los votos y prevalece siempre.

Frente a ese poder desmedido, el Ejecutivo solo puede defenderse con dos herramientas: la disolución constitucional del Congreso –bajo condiciones que ahora ya todos conocemos- y la delegación de facultades para legislar, que a su vez depende del Congreso. El equilibrio de poderes no existe. Nunca lo ha habido en el Perú. La falla en la arquitectura de nuestra democracia nos acompaña desde la fundación misma de la  República, hace 200 años. Ha creado no un equilibrio sino una jerarquía de poderes, en la que el Congreso tampoco es ya el “primer poder del Estado”. En las últimas décadas, el Tribunal Constitucional le ha quitado ese privilegio. Hoy es el nuevo poder absoluto. Una vez más hemos reinventado el absolutismo contra el cual nació la democracia.

Llevará algún tiempo una reforma del sistema de gobierno que rediseñe el equilibrio de poderes. Mientras tanto, necesitamos una solución provisional para evitar que el tira y afloja normal de la política se convierta, a cada instante, en un conflicto entre el Congreso y el Ejecutivo que termine ante el árbitro supremo, el Tribunal Constitucional.

Encapsular el conflicto dentro del Congreso es la razón por la que la bicameralidad es necesaria hoy. El mecanismo es simple. Los proyectos nacen de Diputados y van al Senado para revisión. Si el Senado está en desacuerdo, devuelve el proyecto a Diputados, que puede insistir; pero necesita dos tercios de los votos para hacerlo. El conflicto se procesa y se resuelve dentro del Congreso, donde corresponde, y no genera un conflicto entre poderes. Y además se evita la judicialización de la política, que ocurre cuando el Tribunal Constitucional es el árbitro de los conflictos políticos.

La bicameralidad tiene también la ventaja de frenar la sobreproducción legislativa del Congreso, que amenaza la seguridad jurídica. No por el número de normas –ya que el Ejecutivo produce incluso más normas que el Legislativo–, sino por la precipitación con que se generan leyes actualmente. Un ejemplo patético es el caso del sistema previsional: se hace política hoy con los ahorros de los pensionistas del Perú.

La bicameralidad también impide la aprobación de leyes entre gallos y medianoche. Esto pudo conseguirse con la segunda votación de las leyes. Pero esa regla es violada a diario en el Congreso. Todos los proyectos son aprobados con exoneración de la segunda votación.

Esta es, con todo, una solución incompleta, una salida provisional una puerta falsa por donde entrar y salir mientras se repara la desvencijada puerta principal del sistema de gobierno. Esto supone rediseñar el equilibrio de los tres poderes del Estado para devolver a cada uno lo que le corresponde: al Legislativo, la resolución del conflicto político; al Ejecutivo, el veto sobre las leyes que tiene en todas las democracias salvo la nuestra; y al Tribunal, su función, que es el control constitucional de las leyes. Y no la de ser árbitro de la política.

Rediseñar el equilibrio de poderes todavía necesita trabajo y tiempo. La bicameralidad nos daría ese tiempo. La Comisión de Constitución del Congreso tiene un cronograma que permitiría elegir un  Senado en el 2023, con las próximas elecciones regionales. El Bicentenario de la República es el momento de crear, por primera vez en el Perú, un sistema de gobierno con lo que los americanos llaman checks and balances: el mecanismo que, como un pequeño giroscopio, mantiene a una democracia estable, en equilibrio incluso durante los movimientos.

Jorge Morelli
06 de octubre del 2020

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