Martin Santivañez
Venezuela nos incumbe a todos
Dictadura chavista es una amenaza a la democracia latinoamericana
Uno de los mantras de la izquierda latinoamericana es el odio violento hacia toda forma de imperialismo. La izquierda ha construido su ideología denunciando la penetración del imperialismo capitalista en la región y promoviendo un sistema de valores exclusivo y excluyente, en el que cualquier pacto con el capital adquiere la condición de herejía política. Este análisis maniqueo resulta obvio cuando se examina el propio comportamiento político de la izquierda a lo largo de su historia. El objeto de su odio teórico, el imperialismo, se convirtió rápidamente en el instrumento de su expansión política. La izquierda maniquea y totalitaria, la izquierda que odia al imperialismo, muy pronto se hizo imperialista para lograr sus objetivos de poder.
Esto es lo que ha sucedido con la Venezuela chavista, una tiranía tropical que aplica el imperialismo económico para concretar su programa estratégico. Los chavistas han destruido la institucionalidad venezolana y la oposición democrática necesita el apoyo de la comunidad internacional. Caracas ha trazado una línea clara entre la tiranía y el derecho a la resistencia, y los países latinoamericanos deben mostrarse a la altura de las circunstancias. Maduro, cercado por la economía, secuestrado por los Castro y entrampado, al igual que Chávez, en su indefendible logomaquia, ha pateado el tablero con este último golpe de Estado.
Resulta tristemente paradójico que la nación de Bolívar, cuna de la unidad latina, sea hoy el escenario de un enfrentamiento fratricida y ante el que se hace imprescindible que actúe con mano firme toda la región. De algo tiene que servir la Carta Democrática Interamericana. Y si el derecho falla, entonces la política tiene que responder prestando la cobertura necesaria para evitar que el proceso de cubanización chavista sea irreversible. La firmeza es el único idioma que comprende el chavismo. Por eso, las democracias latinoamericanas tienen que comprender que la situación venezolana no solo afecta a nuestros hermanos bolivarianos; también repercute directamente en la política interna de cada uno de nuestros países.
La división artificial que ha creado el chavismo es el objetivo de las izquierdas que orbitan en el sistema del socialismo del siglo XXI. Estos movimientos, atados a Caracas por un compromiso ideológico y por los recursos económicos, buscan repetir el modelo chavista en cada país latino. Para ello son alimentados por los triunfos de la revolución bolivariana. De allí que la supervivencia de esta izquierda populista continental se encuentre atada a la capacidad de resistencia del chavismo.
El castrismo comprendió muy pronto que la estabilidad de su dictadura estaba vinculada al frente internacional. Para los Castro nunca ha bastado el control interno, siempre el factor exterior ha sido una dimensión esencial en su proyecto de poder. El chavismo heredó esta premisa geopolítica y la supo aplicar mientras los petrodólares fluyeron, merced a la coyuntura internacional. En tal sentido, el imperialismo chavista es el heredero del expansionismo ideológico castrista.
Ante una amenaza cierta a la democracia latinoamericana, los países miembros de la OEA pueden activar mecanismos que blinden a la oposición, evitando que la fractura se profundice. La supervivencia de la democracia venezolana no es un asunto baladí, y este no es un continente ancho y ajeno. Venezuela nos incumbe a todos. La suerte de los venezolanos es un tema de vital importancia porque la destrucción del equilibrio institucional de un país repercute en el sistema democrático de toda la región. Aquí no vale lavarse las manos como Pilatos. O actuamos con firmeza o dejamos que Venezuela se hunda en el pantano sin fondo de un imperialismo tropical.
Martín Santiváñez Vivanco
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