Neptalí Carpio

Una obra teatral de esquizofrenia

La sesión del Congreso en que se debatió la cuestión de confianza

Una obra teatral de esquizofrenia
Neptalí Carpio
06 de junio del 2019

 

La sesión de tres días del parlamento, sobre la confianza solicitada por el presidente Viscarra, tiene muchos insumos, gestos y argumentos para una obra teatral de tragicomedia perfecta sobre esquizofrenia colectiva. Pero se trata de un tipo de esquizofrenia paranoide, aquel que consiste en las alteraciones del pensamiento, un estado mental en el que el paciente escucha voces irreales que le ordenan, con delirios y alucinaciones, de permanente deformación de la realidad, con delirios de celos o de persecución. No es casual que la estadística señale que es este el tipo de esquizofrenia más frecuente.

El argumento de la obra podría empezar con una primera parte en la que el telón se abre mostrando a unos actores políticos (Frente Amplio y Nuevo Perú) que le exigen al presidente de la República que haga cuestión de confianza, a raíz del escandaloso blindaje al fiscal Chavarri y por el bloqueo de las reformas políticas. Pero en la parte final de la obra teatral esos mismos actores, confundiendo agudamente sus deseos con la realidad, terminan votando contra la cuestión de confianza que ellos mismos solicitaron.

La parte con mayores matices de tragicomedia la brinda el congresista Víctor Andrés García Belaunde, quien luego de hacer una furibunda oposición a los argumentos del pedido de confianza, es invadido, de pronto, por una descomunal dosis de alegría, ante el asombro de los parlamentarios, y anuncia que será el primero en solicitar el cobro de su CTS si se cierra el Congreso. Pero cuando se aprueba la cuestión de confianza cae en una profunda depresión, casi con ambas cejas en estado vertical, porque sabe que no cobrará tamaño beneficio en lo inmediato. Tendrá que esperar el 2021, cuando ya no sea parlamentario.

El público que observa la obra teatral está compuesto básicamente por constitucionalistas cuarentones y otros ya casi septenarios, quienes provienen principalmente de las universidades Católica, San Marcos y San Martín de Porres; además de algunos ex miembros del Tribunal Constitucional. La gran mayoría de ellos son convencidos o han recurrido al arte del autoengaño por haber desarrollado una amplia campaña defendiendo la Constitución garantista frente a la amenaza de un dictador, un actor que solo existe en su estado mental. Pero entran en pánico y quieren arrancarse sus pocos cabellos, cuando al final de la obra teatral, nada menos que 34 parlamentarios de Fuerza Popular, quienes usaron prolijamente sus argumentos, terminan votando también a favor de la solicitud de confianza.

 Son dramáticas las miradas, entre ellos, cuando asisten al espectáculo de parlamentarios que durante tres días y, de manera altisonante, combatieron la cuestión de confianza y le dijeron al presidente Vizcarra ¡dictador!, en todos los idiomas y tonos, pero terminan votando a favor de la solicitud del Gobierno. La obra, única en su género, muestra como solo en el Perú existe esta extraña especie de bancada parlamentaria que argumenta intensamente en contra de una propuesta, pero termina votando por ella. ¡Tanta palabrería jurídica contra la cuestión de confianza y la amenaza dictatorial, para terminar votando por ella! despotrica un veterano constitucionalista, autor del Código Procesal Constitucional, quien se siente utilizado.

 La obra teatral, muestra lo peligroso de este comportamiento de políticos porque, a causa de los diferentes disfraces que usan, nadie sabe, en verdad, qué piensan o qué es lo que van hacer. Tanto es así que tiende a desaparecer eso que solía llamarse la coherencia entre el discurso y lo que se hace: una reliquia en desuso. Dicho de otro modo, se agranda la brecha entre lo que se piensa, se dice y se hace; se agiganta el abismo que constituye la esquizofrenia de nuestra política cotidiana.

 Y, por si fuera poco, la obra muestra cómo una espectacular intervención de una parlamentaria (Luz Salgado) tiene una grave incidencia sobre la economía, más precisamente en el mercado de cambio de dólares, cuando anuncia, con periódico en mano, que el dólar se ha disparado a raíz de la solicitud del Poder Ejecutivo. El anuncio se difunde en las calles, la gente busca dólares a ese precio, para cambiarlos por soles, pero pronto se muestra la falsedad del argumento. Ocurre que la parlamentaria había leído un periódico de ayer, mejor dicho, del siglo pasado. Pero persiste con un discurso altisonante, ¿Ustedes creen que con esta reforma política se va a resolver la anemia?, pregunta al hemiciclo desconcertado, convencida de que es un argumento consistente. ¿Creen ustedes que porque habrá elecciones primarias, abiertas y simultáneas en los partidos, se va a resolver el problema de la inseguridad ciudadana?, insiste ante el asombro de los parlamentarios, quienes no entienden cuál es la relación entre una y otra cosa. Pero, la parlamentaria de Fuerza Popular cree, en sus fueros íntimos, haber realizado un faenón argumentativo, sin imaginar cual es el coeficiente intelectual del peruano de a pie. Como si la población no supiera diferenciar entre los problemas sociales, los de la economía y la responsabilidad del gobierno, con el imperativo de una reforma política.

 El momento más lúcido de la obra teatral lo protagoniza el parlamentario Guido Lombardi, poniendo en el diván a los representantes del Frente Amplio y Nuevo Perú, quienes se caracterizan, en el debate, por poner en el mismo nivel de crítica al parlamento y al Gobierno del presidente Vizcarra, insistiendo permanentemente en la necesidad de una convocatoria a una Asamblea Constituyente para cambiar de raíz todo el sistema político y económico. ¿No creen ustedes que por intentar cambiar todo le hacen el juego a quienes no quieren cambiar nada?, les pregunta agudamente el barbudo legislador Lombardi. La pregunta nunca fue respondida, más allá del silencio sepulcral de la bancada izquierdista. Son pues, los momentos más álgidos, en los que la obra teatral muestra el delirio y la alucinación: el agudo contraste entre lo que se dice y lo que se hace o el efecto que se produce. En suma, la desconexión con la realidad.

 Al final de la obra, a la salida del teatro, un murmullo cunde entre los asistentes. De pronto recuerdan que el primer ministro, Salvador del Solar, es no solo abogado, sino también un actor de cine y de teatro. Un constitucionalista le dice a otro colega suyo: ¿no será que todo esto ha sido una obra teatral preparada por el actor de Pantaleón y las visitadoras? Y es que, después de todo, el ministro Del Solar, después de estar a punto de ser defenestrado, salió ganando, sobrevivió con una holgada e inesperada votación. La pregunta que flota en el ambiente es, entonces, ¿Quién preparó el guion, el diván, para exteriorizar tanta miseria política?

 

Neptalí Carpio
06 de junio del 2019

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