Dante Bobadilla

Un nuevo héroe nacional

En la saga más larga de la historia del Perú

Un nuevo héroe nacional
Dante Bobadilla
13 de diciembre del 2018

 

Está bien que los jóvenes se traguen los cuentos de este Gobierno —y de su prensa amaestrada— sobre la lucha contra la corrupción. Son inocentes y tienen derecho a soñar. Pero que la gente mayor comulgue con el discurso de Vizcarra es una ingenuidad mayor. Acabamos de ver el final del capítulo tercero de la quinta temporada de la saga más larga de la historia del Perú: “Luchando contra los corruptos”. Con nuevos personajes.

Y lo peor de todo es que los guionistas parecen ser los mismos. Como en las telenovelas, siempre repiten el mismo argumento. Está la inocente víctima, la maldita, el maldito, los aliados de unos y otros, los tontos que no se dan cuenta de nada, y el cura que lo sabe todo pero no habla. Hasta que aparece el bueno de la película, quien hace justicia castigando a los malos con un referéndum y quedándose con la doncella.

Póngale usted los nombres a cada personaje de la trama: “referéndum contra los corruptos”. Solo faltó la imagen final del héroe solitario, alzándose sobre su caballo al atardecer, en lo alto de una colina sobre el horizonte. Lo visto fue un tanto más pueril: Vizcarra y su premier aplaudiendo el flash electoral y abrazándose como si acabaran de vencer al terrorismo.

Recuerdo al joven Alan García en su campaña de 1985, cuando juraba en la Plaza San Martín sentar a Belaunde en el banquillo de los acusados y llevar a la cárcel a todos los corruptos de ese Gobierno. La suya fue también una campaña contra los corruptos. Para variar.

Luego Alberto Fujimori, en 1990, fustigaba a los “políticos tradicionales” con su katana desenvainada al grito de “¡fuera los corruptos!”. Pero fue a partir del 2001 que la lucha contra la corrupción se volvió una estrategia política permanente, cuando la izquierda la incorpora como parte de su ideario y plan de acción. Pero no para luchar contra la corrupción en sí misma, sino para combatir a sus enemigos con esa estrategia.

Algún genio maquiavélico, entre los que redactaron el informe de la CVR, se dio cuenta de que era más efectivo etiquetar a los enemigos como corruptos antes que como explotadores, vendepatrias, enemigos del pueblo, agentes de las transnacionales o cualquier otra de las muchas etiquetas tradicionales que la izquierda utilizaba para estigmatizarlos. La gente nunca entendió los mensajes de la izquierda, hasta que decidieron colgar el traje del luchador social y disfrazarse de luchadores anti corrupción. Fue un éxito.

Desde que el establishment caviar oficializó la lucha contra la corrupción como estrategia política, todos sus engranajes giraron en esa dirección. Había pasado ya la época de edulcoración de la lucha armada, y acabaron los últimos juicios contra el Estado pidiendo reparaciones para los terroristas y sus familiares. Ya solo quedaba aniquilar al fujimorismo de cualquier manera, lo que cumplieron persiguiendo encarnizadamente a militares y funcionarios de los años noventa, y condenando alevosamente a Alberto Fujimori, luego de una grotesca farsa jurídica. Lo demás fue organizar a los activistas juveniles en cuentas trolls y grupitos fascistas para salir a marchar contra Keiko Fujimori, la única que andaba suelta.

La guerra ideológica de la izquierda en el siglo XXI ha estado dirigida a cambiar la historia para convertir a los vencedores en vencidos y a los culpables en inocentes, pero además a señalar al fujimorismo como el responsable de todos los males. Se montó la más grande y perversa campaña de propaganda ideológica para adoctrinar a los jóvenes en el odio al fujimorismo, mediante la difusión de mitos y mentiras desbocadas.

Nada es más fácil que activar los odios y bajas pasiones de la gente. Lo difícil es hacerlos pensar o estudiar. En cambio, inducirlos al odio es simple. Es lo que ha hecho la izquierda en estos años. Y hoy cualquier campaña política está necesariamente envenenada con odios. No importa de qué trate la campaña, al final se reducirá a la fórmula de odiar al malo de la película, según el guión que la caviarada repite en sus medios de prensa.

 

Dante Bobadilla
13 de diciembre del 2018

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