¿Tendremos elecciones?

El jueves de la semana pasada recibí la llamada telefónica de una simpática productora invitándome a participar en una Mesa para analizar “la coyuntura” de las supuestas inminentes elecciones presidenciales. Recuerdo que, junto a mi aceptación, le dije que tal vez pecaban de optimistas porque esa elección ha de depender de ´si conviene o no conviene´. Convendrá –aunque todos se contagien– de si tal o cual candidato afín al gobierno está bien aspectado, como diría Agatha Lys.

La Mesa transcurrió con un nivel bastante elevado. Las señoritas participantes mostraban efectivo conocimiento de la coyuntura y coincidían en señalar la imperiosa necesidad de elegir a alguien que garantice la inversión para salir del entrampamiento económico. Pero coincidían también en su temor al voto emocional –y no racional– de los millennials.

No tuve la oportunidad de subrayar que el análisis de una coyuntura electoral –con mayor razón, en tiempos globalizados– no depende solo de lo que ocurra aquí. Pues en gran medida lo que aquí ocurra obedecerá a intereses estructurales más allá de nuestras fronteras.

En 1978 fue elegido Papa Juan Pablo II. Coincidentemente polaco, como el publicitado líder sindical del movimiento Solidaridad Lech Walesa. Se requería la mano de Dios para terminar el gran sueño comunista de la URSS. Y en efecto el Muro de Berlín cayó en 1989 y la URSS se desintegró rápidamente entre marzo de 1990 y diciembre de 1991.

Los setenta en América Latina habían sabido de dictaduras y de subversiones marxistas. Requerían ser derrotadas. Y resultaba útil sostener a dos instituciones vitales para esta lucha: las Fuerzas Armadas y la Iglesia. Liquidado el problema terrorista, ambas instituciones –precisamente por su fortaleza– requerían ser debilitadas y hasta exorcizadas. 

Aquí empezamos con la llamada Comisión de la Verdad y de la Reconciliación, contrabandeando no solo número de víctimas sino, en lo fundamental, contrabandeando conceptos. La subversión terrorista se volvió conflicto armado interno, los terroristas devinieron en luchadores sociales y se institucionalizó en el imaginario el terrorismo de Estado. Por citar algunos ejemplos de desprestigio gradual de las FF.AA. Recordemos que posteriormente hasta los héroes de Chavín de Huántar fueron luego acusados de asesinatos.

Ahora tenemos como Santo Padre a Francisco I. Un argentino, al parecer abierto y buena gente, pero jesuita y muy amigo de las izquierdas. Una invitación a una audiencia vaticana constituye siempre un aval. Y no es casual que el buen ex Presidente Lula haya posado con Su Santidad luego de hora y media de audiencia. Igual ha ocurrido con la también honesta Cristina de Kirchner.

El triunfo del señor Biden –por tradición del Partido Demócrata– significará ingresos para las llamadas organizaciones de la sociedad civil en el Perú. Poderoso instrumento de presión y acción. 

Nuestra ´coyuntura electoral´ es, pues, solo una coma a intereses estructurales macro, que habrán de condicionar los resultados. Si hay elecciones…