Eduardo Zapata
Tal vez aún no hemos aprendido a leer
Creemos decodificar pero anteponemos nuestros prejuicios

Los sucesos políticos y sociales nos lo recuerdan a cada instante: miramos pero no vemos. Lo mismo parece ocurrir desde hace un buen tiempo ya con la lectura. Reconocemos palabras desde nuestros prejuicios, ideas e ideologías, pero nos mostramos incapaces de penetrar en ellas, de reconocer y distinguir lo denotado de lo connotado y nos quedamos también en el mirar sin ver.
Ciertamente la irrupción de la electronalidad con su mundo de tuits, imágenes e instantaneidad parece haber agravado el problema. Sin embargo, y bien pensado el asunto, hace un buen rato la propia escuela había abdicado de su función de enseñar a leer en aras del desciframiento superficial y simple de aquello que aparecía escrito.
Repetimos inercialmente que estamos ´más que preocupados por la capacidad lectora de nuestros estudiantes´. Pero poco pensamos en lo que habíamos venido haciendo en las aulas. Con la misma superficialidad que criticamos la capacidad lectora de niños y jóvenes nos parecía –y parece– suficiente echarle unilateralmente la culpa al mundo digital.
Lo que ha venido ocurriendo y para decirlo de manera simple es que la lectura horizontal parece haberse apropiado de la didáctica de la enseñanza del lenguaje. Y con ello, niños y jóvenes abandonan la lectura en profundidad.
Dicho el asunto técnicamente, la lectura sintagmática restringida a las letras que aparecen sobre superficies ha diluido la capacidad de lectura paradigmática. Es cierto que nuestros niños parecen aprender más rápido a ´leer´, pero la cabal comprensión de la palabra queda de lado al anteponerse la identificación y repetición de sílabas asociadas a una imagen. Obvio que el ´orgullo familiar´ se eleva cuando el niño retorna de la escuela de los primeros años y ya sabe leer y escribir –porque lo ha fotografiado mecánicamente- “Mi mamá me ama”.
Ciertamente los factores de la mala lectura no son, entonces, de hoy y obedecen a muchos motivos. Pero estimo que la prisa para que el alumno aprenda a leer y escribir está en lugar central. Al transitar por metodologías sintéticas (que propician la fotografía mecánica de la palabra) hemos dejado de lado el carácter analítico, secuencial y opositivo de la lectura. Y con ello nos hemos olvidado de que el todo desaprensivamente captado –el todo “Mamá”– está compuesto por unidades menores que se organizan en un paradigma: m+a+m+á. Identificación de unidades que abonarían la capacidad de análisis.
Y aquí volvemos al inicio de esta nota: miramos pero no vemos. Creemos decodificar pero anteponemos nuestros prejuicios; y ese déficit en la enseñanza de la lectura y escritura de las letras lo trasladamos a la lectura del todo social. Superficialidad sintagmática. Aun cuando citemos autores consagrados o evoquemos hechos históricos que connotan erudición mas no sabiduría o cultura.
Todo lo dicho hasta aquí contribuye a un déficit en el concepto mismo de ciudadanía. Al no saber leer palabras e imágenes en profundidad, los jóvenes y no pocos adultos quedan en manos del manipulador de esos recursos y quedan así a merced de totalitarismos que se aprovechan de esa incapacidad de profundizar lo que se lee.
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