Eduardo Zapata
Sinceramiento educativo

No hay suficientes profesores capacitados para la escuela pública
Qué duda cabe que de la autoestima de profesores y alumnos habrá de depender el logro educativo. Porque allí donde hay bajas autoestimas —en cualquier situación— las argumentaciones y el diálogo fracasan. Y la educación es, en puridad y esencia, justamente eso: diálogo.
Estamos próximos a las vacaciones escolares. Y a estas alturas un buen maestro podría adelantarnos si los nuevos lineamientos trazados por el Ministerio para la educación peruana están funcionando. Obvio que habrá que esperar burocráticamente las evaluaciones y consultorías que certifiquen lo avanzado o no avanzado. Pero los buenos maestros ya lo saben. Y es que a pesar de las buenas intenciones que puedan haber iluminado la nueva propuesta curricular, en verdad esta propuesta ha olvidado el factor de autoestima de los actores principales del diálogo educativo: maestros y alumnos.
Una experta en gestión educativa —María Isabel Miyán de Chiabra— ha vuelto a insistir hace poco en la urgente necesidad de impulsar un programa de reconversión laboral para aquellos maestros que —por diversas razones— están fracasando en las pruebas de evaluación docente.
No son los maestros los culpables de la situación de la educación en el Perú. Culpable es el Estado, que amparó y ampara instituciones de formación docente que emitieron títulos y certificaciones sin respaldo. Culpable es el Estado por alimentar frustraciones en muchos maestros al persistir en que esos maestros sean “actualizados” por muchas de las mismas instituciones que ayer los formaron mal.
Como en muchos órdenes de cosas en el Perú, la educación requiere un sinceramiento. Y parte de ese sinceramiento significa admitir que —en la actualidad— probablemente un enorme porcentaje, hoy sometido a las torturas de las capacitaciones permanentes y sin fin, se siente frustrado. Con la carga de baja autoestima que ello conlleva.
Digámoslo con claridad: no tenemos el número suficiente de profesores capacitados para hacer una buena escuela pública en el Perú. Y los docentes que hoy arrastran su frustración cotidianamente —por culpa de un sistema casi perverso— podrían mejorar su ilusión y horizonte de vida con un programa de reconversión laboral. Un programa que le permita al docente hoy frustrado descubrir nuevas competencias y habilidades en sí mismo. Que le posibilite no solo identificar esas virtudes, sino acceder a un nuevo apalancamiento económico para emprender nuevos rumbos.
Quedarán en la carrera quienes se sientan satisfechos con ella. A ellos y a los futuros maestros habrá que reconocerles económica y socialmente su valioso aporte. El maestro de una nueva educación debe volver a ser aquel ser humano prestigiado y valorado socialmente. Aquel personalísimo ser capaz de proyectar su autoestima, tanto en el aula como fuera de ella.
La palabra sincerar viene del latín sincerare. Y significa purificar.
Eduardo E. Zapata Saldaña
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