Tino Santander
“Sin calco ni copia”
¿Qué hacer frente a la acción de los grupos radicales que boicotean la minería?
Benedict Anderson señaló que una nación es una comunidad imaginada construida socialmente, es decir, que las personas sin conocerse se perciben a sí mismas como parte de un mismo grupo. Una nación es una forma sentir, pensar y actuar. En el Perú, tenemos varias naciones y grupos diversos que expresan la “peruanidad” de distintas maneras.
Los agricultores, los comuneros andinos, las comunidades nativas amazónicas del Perú, se sienten “peruanos” de forma diferente a la burocracia corporativa empresarial limeña. La diversidad es la característica de lo que administrativamente llamamos Perú. Hay muchos “países” en el Perú.
Claro que esta es una verdad de Perogrullo, pero parece que los políticos, los empresarios y los burócratas estatales no la entienden o no la quieren entender. Los tecnócratas “liberales” del estado y la burocracia corporativa de las grandes empresas quieren imponer a patadas su visión de desarrollo. “Sin mercado, inversión y crecimiento no hay nada”, señalan exaltados.
Los diversos pueblos del Perú no están en contra del libre mercado y el crecimiento económico, al contrario, viajar por los “Perus” confirma que el modelo económico, con todos sus defectos, trae prosperidad económica, inclusión digital y demanda ciudadana por educación, salud, servicios básicos e infraestructura productiva.
Entonces, ¿por qué existen grupos que se oponen a la minería que aporta a la economía nacional 11 mil millones de dólares anuales? Reitero argumentos: primero el estado abandona a la inversión y a los pueblos; segundo, las burocracias corporativas son incapaces; tercero, las vanguardias “ecologistas” aprovechan el miedo y las esperanzas de la gente y difunden mitos sobre desastres ecológicos.
El pueblo no puede despreciar los recursos que aporta la minería. Hacerlo sería abandonar al 30% de peruanos que está en pobreza extrema. Son 10 millones de peruanos sin agua ni desagüe que viven en condiciones miserables. Solucionar este problema es hacer una gran revolución nacional.
¿Qué hacer? Cambiar el modelo económico e ir al estatismo chavista o dejarnos guiar por quienes hablan de “diversificación productiva y repúblicas socialistas aéreas” o seguir a Mariátegui, cuando señala “ni calco ni copia, el socialismo es creación heroica”. Sí, socialismo es democracia, es libertad económica no es estatismo. Es creación de riqueza para los que no tienen. Lo demás es demagogia populista.
Ha llegado el momento de cambiar el modelo de inversión minera en el Perú. Los pueblos y comunidades deben convertirse en socios de la gran empresa teniendo un porcentaje de las utilidades de la venta final de la producción. Además, serán los garantes de la protección del medio ambiente, del desarrollo de la agricultura y la inversión. La minería tendrá la legitimidad de la que hoy carece.
Solo las empresas mineras, las comunidades y los pueblos del Perú están en la capacidad de convertirse en la vanguardia de una gran revolución social. Lo demás es prolongar un conflicto de intereses que se disfraza de ecologista. Lo que el Perú necesita es creación de riqueza para acabar con la pobreza.
La revolución social es un cambio estructural, significa renovar el viejo modelo de inversión. Hoy, en el siglo XXI, la vanguardia del cambio son la gran empresa y las comunidades y pueblos marginales. No repitamos el fracaso de Conga, Tambogrande y otros proyectos que no entendieron que la globalización económica debe ser un ganar para todos. Si no incorporamos al pueblo a la explotación minera no habrá minería en el Perú.
Por Tino Santander
21 - Abr - 2015
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