Javier Agreda
Sesenta años de “Todas las sangres”
La más clara expresión del pensamiento de José María Arguedas
Hace exactamente 60 años, en 1964, el escritor peruano José María Arguedas (1911-1968) publicó Todas las sangres, su novela más ambiciosa: un retrato de la sociedad peruana centrado en un pequeño pueblo andino, donde el autor sintetizó su visión y propuestas sobre los problemas que aquejaban al país. Como era de esperar, un libro de esta envergadura generó diversas polémicas, especialmente por sus cuestionamientos a los proyectos de modernización que se debatían en ese momento. Aunque estas controversias empañaron inicialmente la recepción de la obra, seis décadas después es indiscutible que Todas las sangres es una de las novelas más importantes de la literatura peruana del siglo XX. Hoy, tenemos la oportunidad de redescubrirla en una nueva y excelente edición del Fondo de Cultura Económica, como parte de su colección Tierra Firme, con un valioso ensayo introductorio de Ricardo González Vigil, reconocido especialista en la obra arguediana.
La novela comienza con el suicidio de don Andrés Aragón de Peralta, jefe de una influyente familia en San Pedro de Lahuaymarca, quien maldice a sus hijos, Fermín y Bruno, y lega sus tierras a los indígenas. Los dos hermanos, en constante conflicto, tienen intereses opuestos: Bruno, dueño de la hacienda La Providencia, es un católico conservador que rechaza el progreso; mientras que Fermín, propietario de la mina Aparcora, busca modernizar la región explotando la mano de obra indígena de Bruno. Un tercer personaje clave es Demetrio Rendón Willka, un indígena que trabaja para Fermín, pero que aspira a liderar la lucha por la liberación de su pueblo. La llegada de una empresa internacional para explotar la mina intensifica los conflictos, que culminan en la destrucción del pueblo y en una sublevación indígena. La historia concluye con el fusilamiento de Rendón Willka, convertido en un héroe.
Este es solo un breve resumen de una narración extensa, de más de 500 páginas en esta edición, con una gran diversidad de personajes que representan distintas clases sociales, grupos étnicos y fuerzas económicas. En otras palabras, refleja la compleja realidad de un país donde conviven “todas las sangres”, pero con un enfoque particular en las relaciones de poder y explotación entre los diferentes grupos. Esto convierte a la novela en una obra de tesis, en la que los tres personajes principales simbolizan los proyectos de modernización que entonces se debatían: el mestizo (Bruno), el occidental (Fermín) y el indígena (Demetrio). Arguedas claramente se decanta por este último, en una fusión particular de ideas marxistas e indigenistas que fue severamente criticada por el establishment intelectual peruano, y que Mario Vargas Llosa calificó como una “utopía arcaica”.
En el contexto de la obra de Arguedas, Todas las sangres es la culminación de su periodo creativo más fértil. Aunque comenzó como cuentista en los años treinta con Agua (1935), y poco después debutó como novelista con Yawar fiesta (1941), fue a mediados de los cincuenta cuando inició su etapa de madurez con dos novelas sumamente personales: Los ríos profundos (1958), basada en sus recuerdos de infancia y considerada su obra maestra, y El sexto (1961), que parte de su experiencia en esa prisión, donde estuvo por razones políticas, y que en la novela se transforma en un microcosmos representativo de toda la sociedad peruana. De alguna manera, Todas las sangres es un salto de lo micro a lo macro, de lo personal a lo general, de lo poético a lo épico, con el que Arguedas se arriesga a ofrecer una lectura sobre la historia y el futuro del país. Su siguiente obra, El zorro de arriba y el zorro de abajo, iba a ser su gran “novela total”, en línea con las de sus contemporáneos del Boom, pero lamentablemente quedó inconclusa y solo fue publicada tres años después de su muerte.
¿Fue Todas las sangres una novela demasiado ambiciosa? Es posible identificar algunos problemas en una obra de tal magnitud: un lenguaje a veces demasiado sencillo y esquemático (en contraste con las novelas anteriores), cierta dispersión en la trama (con demasiadas historias secundarias que desvían el curso principal) y, sobre todo, un enfoque didáctico en el que los personajes son utilizados como tipos sociales. Sin embargo, nada de esto disminuye los méritos de Todas las sangres, una de las obras fundamentales de nuestra literatura y una lectura imprescindible para quienes deseen comprender la complejidad social y cultural de los Andes peruanos.
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