Giovanna Priale

Ser viejo en el Perú. O mejor dicho, ser invisible

Seis de cada diez “adultos mayores” siguen trabajando para mantenerse

Ser viejo en el Perú. O mejor dicho, ser invisible
Giovanna Priale
15 de junio del 2018

 

Ser viejo en el Perú resulta escalofriante para la gran mayoría de nuestros compatriotas. Y esto no es ninguna novedad. Según las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), seis de cada cien peruanos son adultos mayores (mayores de 60 años) y seis de cada diez siguen trabajando para mantenerse. Dos de cada diez hogares tienen como jefe de hogar a un adulto mayor y tres de cada diez adultos mayores reciben Pensión 65. Es decir, no cuentan con ninguna otra fuente de ingresos para vivir.

Los pocos que hoy trabajan y logran aportar a una cuenta de ahorro individual en la AFP o un fondo común en la ONP esperan que su dinero esté bien resguardado. Pero los gobiernos locales y regionales se han venido quedando por años con el dinero de los trabajadores estatales, reteniendo parte de su sueldo sin depositarlo en su ahorro para la jubilación.

Hoy son 300,000 los trabajadores estatales perjudicados por estas acciones. Y esta debería ser la primera deuda que los gobiernos regionales y locales paguen, porque es dinero del trabajador para su jubilación. Otro grupo no menor de personas también se está viendo perjudicado porque, por error el empleador, ha venido pagando a la ONP, en lugar de hacerlo a la AFP. Y la ONP se ha venido quedando con este dinero por años.

Muchos de los adultos mayores que hoy cobran sus pensiones están en esta lista de trabajadores a los que se les ha quitado su dinero destinado al ahorro para su jubilación. Urge que la cobranza previsional tenga carácter coactivo, para que el dinero se devuelva inmediatamente y que los miles de juicios que hacen la ONP y las AFP no se queden en los escritorios sin solución. Mientras que el jubilado se ve imposibilitado de acceder a la pensión que le corresponde, porque es su derecho.

Esta realidad se suma a la de millones de peruanos que no han podido aportar a un fondo de ahorro para la jubilación y que hoy están trabajando en las calles. Y esto se incrementa día a día. Probablemente me encontraré hoy al caminar con tres adultos mayores trabajando para sobrevivir: Juana, Sara y Pascual. Es lo que me dio fuerza para escribir esta columna, porque parece que ser viejo en el Perú es ser invisible.

Juana estaba sentada al frente de Ripley en San Isidro cuando yo pasaba por ahí con un café en las manos y me dijo “quiero tu café”. Solo atiné a dárselo y quedarme charlando con ella unos minutos. Seguí caminando, cuando a unas cuadras, Sara me ofreció unos toffes empacados en una bolsita, a un sol la decena. Me dijo, antes de que yo conteste, “si no puedes hoy,  me los compras mañana”. Le di lo que tenía en mis bolsillos y me lo agradeció con tal devoción, que no pude más que sentir vergüenza. Sí, vergüenza de que seamos incapaces de poner en agenda la construcción de un verdadero esquema de pensiones en el Perú, que garantice la cobertura universal, pensiones decentes y que sea accesible a todos.

Llegué a un puesto de dulces a comprar mi chocolate preferido y Pascual me lo vendió. Estaba ahí, sonriente, al pie del cañón en su puesto de venta, en el mismo que tiene hace más de veinte años, haciéndole la guerra al frío y luchando, al igual que Sara y Juana. Porque en el Perú ningún anciano quiere ser un mantenido, quiere tener sus propios ingresos y vivir con dignidad. Pónganlo en su agenda: la política pública debe empezar por los más vulnerables.

 

Giovanna Priale
15 de junio del 2018

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