Raúl Mendoza Cánepa

Refundar o refundir

Es necesario un genuino proyecto republicano liberal

Refundar o refundir
Raúl Mendoza Cánepa
12 de marzo del 2023


La primera oportunidad fue en 1822, cuando el Congreso Constituyente diera a luz nuestra primera Constitución. Un texto liberal que debió ser la matriz, elaborado por constituyentes que no cobraban y entre los que se cuenta a Francisco Xavier de Luna Pizarro, José Faustino Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui... El problema fue la incapacidad de separar la construcción institucional de la campaña militar, la ambición de los caudillos tiró por tierra el proyecto, con españoles aún dentro se quería un gobierno fuerte y a Simón Bolívar en él. Por tal, la segunda Constitución fue llamada “vitalicia”, la más breve de todas. 

Se entiende desde allí que el interés criollo no era una revolución liberal, sino separarse de España ¿Por qué? Las reformas borbónicas implicaron la pérdida del poder criollo frente a la corona. La rebelión del “empresario” arriero, Túpac Amaru y el descontento de los hijos de españoles en el Perú germina en una independencia cuya característica no es sustantivamente que se comience a hablar de lo peruano, sino una arremetida mercantilista.

El Perú no nació como un proyecto liberal, nació como uno mercantilista cuyo sino se dejó en manos de caudillos. Si se observa la diferencia, mientras que en Estados Unidos se proclamaba una revolución desde un “nosotros el pueblo…”, la declaración de independencia en el Perú fue desde un “nosotros los notables”. 

El Perú se fundó como una república mercantilista. Se asume que Ramón Castilla fundó el Estado peruano; en realidad, lo organizó, pero bajo el sello del mercantilismo, al darles el negocio del guano a los consignatarios. Es con el Partido Civil de Manuel Pardo que nace la esperanza de un proyecto de modernidad capitalista (pese a que muchos civilistas fueron consignatarios). Pardo falló, no solo firmó tratados de defensa peligrosos, que nos cobrarán factura con Chile, sino que descuidó el poder militar.

Hasta allí la república mercantilista hace su negocio, pero es tras la guerra con Chile que la posibilidad de una reconstrucción que opere como una revolución liberal da una posibilidad por segunda vez. Entre 1895 y 1919, el predominio civilista permite el mayor crecimiento y auge económico desde 1821, se perfilan leyes sociales. Sin embargo, el liberalismo se quiebra frente al populismo de Augusto B. Leguía, que desde el Estado moderniza, pero endeuda al Estado. Aquel tiempo que sigue a la guerra con Chile y culmina con Leguía en 1919 se ha venido en llamar “República Aristocrática”. Ninguneada y hasta caricaturizada por Alberto Flores Galindo, pero es el único período histórico en el que el historiador Alfonso Quiróz asume como libre de corrupción. 

Entre militarismos, brutalidad política y agendas inmediatas corremos hasta el gobierno de Juan Velasco Alvarado, que pone un ancla a la posibilidad de construir una república liberal, aunque promueve una integración social desde arriba que trae severas consecuencias, no solo una inmensa estructura estatal en rojo, sino también la huida de los campesinos desde las fracasadas cooperativas hacia Lima, formando una capital que es representativamente un “pequeño Perú”, que sella su futuro desde el arenal a las pequeñas urbes ganadas por una economía capitalista informal, potencialmente revolucionaria. Velasco hace crecer la clase media: sin querer, una clase media capitalista urbana provinciana y una clase media estatal, que vive del presupuesto. Si corremos, la nueva opción de modernidad liberal transcurre en los noventa, bajo la matriz de la Ley Marco de la inversión privada y el régimen económico de la Constitución de 1993, que marca un antes y un después; pero que no solo reduce el Estado, sino que afecta directamente a esa clase media estatal que, perdido su estatus, nunca dejará de confrontar con Fujimori. La corrupción era aún el sello de agua de la república, pero el auge de la corrupción del siglo XXI, a través de las grandes empresas y de políticos oportunistas, será el apogeo del nuevo mercantilismo. El populismo cleptócrata de Pedro Castillo pondrá en vidriera la corrupción privada en menor escala y los primitivos mecanismos del patrimonialismo. Todo había cambiado desde 1821, nada había cambiado desde 1821.

Si un político plantea refundar la historia no es novedad, pero “refundación” sería solo si fuera un genuino proyecto republicano liberal.

Raúl Mendoza Cánepa
12 de marzo del 2023

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