Úrsula Letona

Reformas estructurales y el stock de capital humano

El vínculo entre calidad de educación y desarrollo económico

Reformas estructurales y el stock de capital humano
Úrsula Letona
08 de octubre del 2018

 

“La educación repercute de forma directa en el desarrollo económico —creando recursos humanos y acelerando el avance tecnológico—, pero también de forma indirecta, contribuyendo a la creación de instituciones y al desarrollo social. Además, cuando se garantiza el acceso a la educación (de calidad) a todos los habitantes del país, sin importar su nivel de ingresos, mejora la movilidad social” (Instituto Coreano de Desarrollo).

Sin duda los países del sudeste asiático tienen mucha autoridad para explicar la vinculación entre la calidad de la educación y el desarrollo económico. Los mejores ejemplos son Singapur, Corea y, Malasia, entre otros. La aproximación a este tema desde la economía se denomina stock de capital humano. Para entender su trascendencia, explicaremos brevemente este concepto como el conjunto de bienes y recursos duraderos que se emplean en el proceso de producción, y que son determinantes de la capacidad para lograr una mayor y mejor producción.

En esta época del conocimiento, sin duda el mejor recurso —para ponerlo en términos económicos—, el mejor stock de capital es el humano, el que más agrega, tiene mayor incidencia en la mejora significativa de capacidad productiva e impacta directamente en el desarrollo de los países. Sin embargo, en nuestro país encontramos una realidad que no va en esa dirección. Miremos la información que nos proporciona el Instituto para la Métrica y la Evaluación de la Salud (IHME), de la Universidad de Washington, a través de un ranking de evaluación de 195 países: en un periodo de 26 años de evaluación (1990-2016), el capital humano peruano ha perdido 10 posiciones. En 1990 Perú ocupaba la posición 93 de 195, para el 2016 hemos descendido a la posición 103; no obstante que el presupuesto público en ese periodo se ha triplicado en términos nominales, y con relación al PBI se ha incrementado en dos puntos.

Lo anterior se corrobora con los resultados de la prueba PISA-2017, que ubica a Perú en los últimos lugares respecto de los países evaluados (un total de 69). Nuestro país se sitúa, en las diversas áreas evaluadas, en posiciones no menores que la 60 (en los últimos lugares). Ante esta evidencia cabe la pregunta ¿cuál es el efecto del significativo incremento del presupuesto en este sector? No hay correlación el mayor gasto y la mejora en la calidad de la educación. Podemos responder con lo afirmado en Aprender Mejor, del BID: “¿A qué se deben estos resultados decepcionantes? Una explicación es que los responsables de política han estado actuando a ciegas, destinando recursos a programas que a priori parecen buenas ideas, pero que no han sido probados en la práctica”. Y lo que es peor, esos programas no han sido medidos en su impacto ni mucho menos corregidos.

A lo anterior debemos agregar el hecho de que nuestro país registra 43% de anemia en los niños de 0 a 36 meses, lo cual daña severamente su desarrollo cognoscitivo; porque las deficiencias de aprendizaje en la primera infancia tienen efectos en toda la vida, especialmente en la etapa productiva de las personas. Aprender Mejor lo expresa así: “La evidencia es clara: invertir durante la primera infancia puede tener un impacto considerable en el desarrollo de habilidades. Además, reducir las diferencias en habilidades que aparecen temprano y suelen aumentar a lo largo de la vida, puede contribuir a luchar contra la desigualdad del ingreso que tanto daño inflige (…), los estudios reportan que estas brechas socioeconómicas en lenguaje y comunicación tienden a ampliarse a medida que los niños crecen”. El mensaje es claro.

Los países que han logrado gran avance en materia educativa —lo evidencia su actual desarrollo (Singapur, Corea, no muy lejos Chile)— han generado programas disruptivos. No podemos seguir con los modelos impuestos y sin generar cambios; y menos con mayores recursos, como se ha previsto para el presupuesto 2019. No estamos generando cambios cualitativos, que es lo que demanda la gran brecha de calidad de educación que presenta el Perú.

Entonces toca explorar mecanismos que se han utilizado en diversos países, y cuya utilidad y eficiencia se ha probado. Como los exámenes estandarizados para decidir presupuesto (No Child Left Behind), o el sistema de competencia entre escuelas para conseguir recursos adicionales temporales (Race To The Top), o el sistema del Khan Academy, que se utiliza en algunos estados de México. Sin duda nuestro país no está preparado para mirar un escenario del “programa de vales”, que ha tenido efectos relevantes en la educación en Chile y que ha puesto a este país a la cabeza de la región en materia educativa. Estos programas disruptivos procuran una reforma para la generación de talento, desarrollo de aptitudes y creatividad, con la finalidad de que los estudiantes se preparen para una economía globalizada y basada en el conocimiento, lo que conocemos con “edupatía”.

Finalmente, retornando al tema económico, nuestro país requiere de reformas estructurales como las de educación (capital humano), salud, trabajo, innovación y desarrollo del comercio exterior. De acuerdo con un estudio del BCR —respecto al impacto de las reformas estructurales en el desarrollo económico, especialmente para el crecimiento potencial—, para el periodo 1991-2000 las reformas estructurales aportaron al crecimiento 0.8 en la productividad total de factores (PTF). Este componente de reformas para el periodo 2001-2010 solo tuvo un efecto de 0.2, y para el periodo 2011 en adelante tuvo un efecto de 0.1. Esto explica por qué el Perú pasó de tener un potencial de crecimiento que superaba el 6%, a no llegar hoy al 4%.

Esta evidencia nos obliga a abordar con urgencia las reformas estructurales que el Perú necesita: educación, salud, regímenes laborales, reformas relacionadas con el impulso y promoción de las inversiones; pero de forma especial la relacionada con el capital humano. Esa será nuestra apuesta.

 

Úrsula Letona
08 de octubre del 2018

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