Renatto Bautista

Reflexionando sobre las “Confesiones” de San Agustín

San Agustín nos demuestra que la santidad no implica perfección absoluta

Reflexionando sobre las “Confesiones” de San Agustín
Renatto Bautista
24 de febrero del 2025


En enero, concluí la lectura de
Confesiones, la obra maestra de San Agustín, considerada el primer libro autobiográfico de la civilización occidental. Como es sabido, esta obra fue escrita entre los años 397 y 398 d.C., en un contexto histórico significativo: en el año 395, tras la muerte del emperador Teodosio, el Imperio Romano se dividió definitivamente en dos partes. Occidente quedó bajo el gobierno de su hijo Honorio, con capital en Roma, mientras que Oriente pasó a su hijo Arcadio, con capital en Constantinopla (actual Estambul). Por ello, en mi cátedra de Filosofía General en la Escuela de Ciencia Política de la UNFV, sostengo que San Agustín fue un teólogo que vivió la transición entre dos eras, al menos desde la perspectiva de la historiografía europea.

La lectura de las casi 500 páginas de Confesiones (Editorial San Pablo, 2023) me ha permitido comprender que la redención es posible. En este prestigioso medio informativo, escribí dos artículos sobre personajes ficticios que lograron redimirse al final de sus vidas: Anakin Skywalker, protagonista de Star Wars (leer aquí), y Kanon de Géminis, un personaje relevante en el manga Los Caballeros del Zodiaco (leer aquí). No obstante, la historia de San Agustín supera cualquier ficción. En sus primeras tres décadas de vida, se mantuvo alejado de Dios: fue fornicador, tuvo un hijo fuera del matrimonio, profesó el maniqueísmo y se envaneció con los conocimientos adquiridos en el Imperio Romano. Sin embargo, por la gracia divina y gracias a su encuentro con San Ambrosio, obispo de Milán, su alma turbulenta encontró un nuevo propósito: transmitir el mensaje de la Iglesia Católica en Hipona y abandonar el pecado terrenal.

Confesiones está dividida en trece secciones, denominadas "libros", que hoy podríamos considerar como capítulos. Los diez primeros relatan la vida de San Agustín desde su infancia hasta su conversión al cristianismo niceno, mientras que los últimos tres versan sobre la Biblia y la obra creadora de Dios.

A continuación, comparto tres citas que ilustran la grandeza de la redención de San Agustín:

  1. En la página 23 (capítulo X del libro I), escribe:
    "Oh Dios, que eres el creador y ordenador de todas las cosas naturales con la excepción del pecado, del cual no eres creador, sino más bien ordenador."
    Con esta reflexión, San Agustín reafirma una verdad fundamental de la fe: Dios es el creador de todo cuanto existe, excepto del pecado, que es consecuencia de las decisiones erradas del ser humano. No obstante, Dios puede ordenar incluso el pecado para conducir a la redención, como sucedió con el propio San Agustín.
  2. En la página 199 (capítulo X del libro VII), señala:
    "Y con la luz de intensos rayos azotaste la debilidad de mi vista y me hiciste estremecer de amor y temor..."
    Este pasaje simboliza el impacto que tuvo en él el poder divino, que lo llevó a abandonar su vida de pecado y a entregarse a Dios con coherencia y devoción.
  3. Finalmente, en la página 328 (capítulo XXVIII del libro X), declara:
    "Pero tú me llamaste, y más tarde me gritaste, hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera."
    San Agustín, maestro de la metáfora, describe aquí cómo la llamada de Dios lo hizo abandonar su vida licenciosa para entregarse plenamente al servicio del Señor.

A modo de conclusión, considero que todos los seres humanos somos pecadores. Sin embargo, aunque algunos pecados sean más graves que otros, la posibilidad de redención está siempre presente. Si el hombre es consciente de sus errores y se arrepiente sinceramente, la misericordia infinita de Dios abre el camino hacia la salvación. San Agustín nos demuestra que la santidad no implica perfección absoluta, sino la decisión de abandonar el pecado y convertirse en faro de la verdad revelada en el mensaje de Cristo.

Renatto Bautista
24 de febrero del 2025

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