¡Recuperar La Pampa! ¡Recuperar Gamarra!

Desde hace unas semanas vemos cómo nuestras autoridades están luchando para recuperar zonas abandonadas por el Estado y en las que se había impuesto la ilegalidad y la informalidad. Estas dos son, sin duda alguna, peligrosas actividades que solo arrastran violencia y delincuencia, impidiendo con ello el crecimiento económico y desarrollo de las zonas denominadas “liberadas”.

Toda batalla requiere personas dispuestas a hacerlas, y en el caso de La Pampa, el presidente Vizcarra ha señalado que “vamos a recuperar la Amazonía y generar desarrollo sostenible para la región”. Mientras que en Gamarra, el alcalde Forsyth ha indicado que "es muy importante librar la batalla contra la mafia porque toda la corrupción del distrito está reflejada ahí (en Gamarra), en las calles”. 

Y entonces cabe destacar que la recuperación del Estado de derecho en estas zonas, en las que nunca debió desaparecer, se convierte en una urgente necesidad, como paso previo para el desarrollo de instituciones formales inclusivas en las que el acceso de la población a educación, salud y pensiones sea mucho más equitativo. Y para que la posibilidad de crecimiento económico de las empresas sea más rápida, en la medida que se engancha con cadenas productivas de valor que generan más empleo, innovación transformadora y crecimiento zonal.

Todos los ciudadanos aplaudimos estas medidas porque ponen en blanco y negro las responsabilidades de la empresa privada formal y del Estado, que tiene un rol subsidiario y de asistencia para la población vulnerable, que requiere capacitación y empleo adecuado. El “cachueleo” como forma de subsistencia no contribuye al crecimiento económico; por el contrario, oscurece la realidad del país y trae como consecuencia que el Estado desfocalice su esfuerzo.

Es evidente que paralelamente a estas medidas de ordenamiento, la transversalidad de la política pública debería permitir que los trabajadores informales, con urgente necesidad de empleo, sean atendidos en dos etapas: en un primer momento, para resolver el problema de la carencia de ingresos de subsistencia; y en un segundo, para generar competencias que posibiliten empleos y emprendimientos que generen movilidad social.

Ya hemos visto que con una estructura política fragmentada es difícil esperar grandes transformaciones en materia de regulación o de destrabe de grandes inversiones. Pero estos dos ejemplos piloto, si se mantienen en el tiempo, pueden convertirse en ese dínamo que necesitamos como sociedad para recuperar la fe que algunos han perdido: la fe en que sí vamos a salir de este estancamiento.

Hacer política o ejercer un cargo público o privado requiere una gran vocación de servicio, porque solo creyendo que el país se merece lo mejor de nosotros nos haremos responsables de las decisiones que hoy tomamos. Presidente Vizcarra, alcalde Forsyth, la continuidad de la palabra empeñada y los logros de la población de La Pampa y Gamarra serán la muestra evidente de que sí es posible que se erradique la ilegalidad, y que la formalidad conviva con una política efectiva de transformación de capacidades para mayor empleabilidad y crecimiento económico.