Diego Miró Quesada

Recuerdos de un congreso de escritores en Buenos Aires

A muchos intelectuales peruanos les falta autoestima

Recuerdos de un congreso de escritores en Buenos Aires
Diego Miró Quesada
14 de agosto del 2024


El año 2017 publiqué en Lima un poemario titulado
“La vida y el corcel”. Ese mismo año (o quizás el siguiente, no recuerdo con exactitud) me invitaron a presentar aquella obra en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Al llegar, me alojé en un pequeño hotel situado en la calle Corrientes, junto con otros intelectuales, la mayoría del rubro de la literatura, aunque había también gente vinculada a otras materias como la filosofía y la ciencia. Los escritores pertenecían, en su mayoría, a Argentina, Chile, Brasil, Uruguay y Colombia, sin embargo, unos cuantos provenían de México y Centroamérica.

En aquel tiempo, yo tenía un poco más de treinta años mientras que el resto de intelectuales del congreso bordeaba los cincuenta. Tuve la oportunidad de conversar con el grupo, por primera vez, en un café cerca del hotel. Cuando les conté que era peruano una de las escritoras chilenas comentó: “¿Perú? Ahí ahora hay fuga de cerebroS”. Sorprendido, guardé silencio. Unas horas después, nos encaminamos hacia el establecimiento en el que se realizaría el congreso. Mi trabajo fue muy bien recibido y aplaudido. Una periodista argentina se me acercó para decirme: “Te felicito. Tu libro está buenísimo”.

Por la noche, me dirigí a un pequeño bar con un escritor de México y otro de Uruguay para tomar unas cervezas. El uruguayo, a quien no había tratado hasta el momento durante mi estadía en Buenos Aires, me preguntó mientras íbamos rumbo hacia nuestro destino: ¿Vos sos peruano? En su entonación y comportamiento gestual (cabeza levantada, sacada de pecho, alzado caminar) pude notar una intención muy clara con la que estaba intentando decirme: “Bájate, ponte en tu sitio”. Yo permanecí muy tranquilo, sin darle importancia a su actitud. Pronto llegamos al bar. Conversamos de literatura y política un rato con el escritor mexicano, quien, cansado, decidió volver al hotel.

El uruguayo y yo nos quedamos en el bar más tiempo, sin embargo, dimos un giro a la conversación que pasó a ser sobre el sexo opuesto y el racismo. Durante ella, el uruguayo me comentó: “he tenido varias parejas a lo largo de mi vida. Muchas han sido extranjeras, sin embargo, las mujeres más complicadas que hay son las alemanas”. El escritor uruguayo se mandó una charla bastante larga sobre las europeas, refiriéndose sobre todo a las alemanas. “Nosotros hemos sido colonia y, por la historia y tradición de los países europeos, el ego de las mujeres de allá es mayor”, comentó. Luego me dijo que el trasfondo de la superioridad que sienten muchos europeos frente a los sudamericanos es, principalmente, por un tema racial y que eso ocurre sobre todo con los alemanes. Luego continuó: “Diego, tú tienes que entender que la sociedad funciona de acuerdo a jerarquías. Uno tiene que aceptarlas, no hay de otra”. Le respondí: “Si alguien te considera menos, es problema de él”. Fastidiado, el uruguayo se quedó en silencio.

Mientras volvíamos al hotel, conversando, pasó a nuestro lado una señora argentina de unos sesenta años, con quien estuvimos hablando un rato, no sé cómo ni recuerdo por qué, tampoco de qué, pero sí me acuerdo de que en algún momento de la charla el uruguayo le comentó, refiriéndose a mí: “El joven es peruano”. La señora rápidamente contestó: “Yo no discrimino a nadie”. Al poco tiempo, llegamos al hotel. Antes de despedirnos, el uruguayo me dijo: “Tú no pareces peruano”. 

El congreso de escritores en Buenos Aires tuvo otros detalles curiosos. Había un intelectual boliviano, investigador de la cultura andina, de grandes aportes a ella, que era discriminado, de forma asolapada, por algunos participantes del congreso. Recuerdo haber estado sentado a la mesa con una escritora de Argentina que, cuando el boliviano se nos acercó y cogió una silla para acompañarnos, le dijo: “El sitio está ocupado”.

También es importante comentar que muchos de los intelectuales que tenían esta clase de comportamientos eran de izquierda, corriente de pensamiento que se ha jactado siempre de promover la igualdad y la justicia social.Evidentemente, no todos los participantes del congreso tuvieron ese tipo de actitudes. Hubo gente muy acogedora, empática, amable y solidaria. La virtud no pertenece particularmente a ninguna raza, sexo o clase social. Es universal y accesible a cualquier ser humano que decida comportarse de acuerdo a ella.

Mucha gente vinculada a las letras suele decir que hace mucho en el Perú ya no hay grandes intelectuales. Yo no sé si eso es así, tendría que investigar un poco más, sin embargo, luego de haber vivido los 38 años de vida que tengo en Lima (sé que no es mucho, pero, de todos modos, tampoco son 15 o 25) y de realizar algunos viajes al exterior, he sacado mis conclusiones.

A los intelectuales peruanos, muchas veces, les falta autoestima (por supuesto hay excepciones, no se puede generalizar). Cuando están por publicar una obra nueva se quedan pensando ¿la valorarán en el extranjero? ¿La aplaudirán fuera del país? Por eso varios escritores del medio local producen trabajos que carecen de autenticidad, en algunas ocasiones, acomodados a posturas que no son objetivas ni beneficiosas para nuestra patria, pero que han sido aprobadas por gente con grandes relaciones, capaces de catapultar la obra de un joven intelectual peruano a nivel mundial como si fuese brillante cuando no lo es.

Además, los prejuicios raciales, sociales, culturales y económicos que abundan en el Perú hacen que sus ciudadanos se saboteen entre ellos, truncando así el desarrollo profesional de quien podría llegar a ser considerado con el tiempo “el otro”, “el distinto”, “el genio” en algún área del conocimiento.

Al respecto, ¿qué se puede hacer? Tener autoestima, valorarse, respetar nuestras capacidades, ideas, posturas políticas y no amilanarse si mucha gente, aunque provenga de un país más desarrollado, está en desacuerdo con lo que pensamos. Es necesario ser auténticos para poder ayudar al bienestar y progreso del país, de lo contrario siempre nos considerarán a nivel mundial como la rueda malograda del vehículo más ineficiente.

Diego Miró Quesada
14 de agosto del 2024

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