Aldo Llanos
Recordando a Gustavo Gutiérrez-Merino Díaz
Dos anécdotas a un mes de su partida
Sobre don Gustavo Gutiérrez y su pensamiento no tengo mucho que analizar porque ya se ha dicho bastante, tanto a favor como en contra. De lo que sí estoy seguro –en cuanto lo conocí–, es de su verdadera preocupación por los más pobres y de nuestra relación con Dios en torno a ellos. Como un pequeño homenaje a un mes de su partida, recordaré dos anécdotas con él:
1.- Una noche, mientras hablábamos con un grupo de jóvenes sobre cómo se entendía el rol del Papa desde la Teología de la Liberación, me atreví a "picarlo" con la siguiente pregunta (esperando una diatriba de respuesta, lo que "confirmaría" lo que se andaba diciendo de él):
- ¿Y eso implica el olvido de los pobres de Juan Pablo II?
- No. Te equivocas. Él es el Papa y no se ha olvidado. Ha escrito dos encíclicas que a mí me hubiera gustado escribirlas... (explicando luego, porque Laborem Exercens (1981) y Sollicitudo Rei Socialis (1987), eran encíclicas formidables al respecto).
Aquella noche, me enseñó que por más dudas que tuviera sobre algún tema del Papa, no tenía por qué hacer una crítica pública, sino, seguir profundizando en el estudio de esta.
2.- Una mañana, conversando en torno a la vocación, pensé sorprenderlo con una confesión y terminé siendo yo el sorprendido:
- ¿Y cómo va tu vocación?
- Ah, bueno, la verdad, estoy pensando pedir mi admisión al Opus Dei...
- Bueno, entonces, ¡sé de los buenos!
Contrariamente a lo que pudiese pensarse, puedo inferir que don Gustavo apreciaba la labor de varios miembros de la Obra en el Perú y Latinoamérica y, aunque no pude confirmarlo de su propia boca, creo que sabía muy bien del apoyo dado a San Óscar Romero en El Salvador, y de la labor de don Joaquín Diez en el Perú.
Descansa en paz Gustavo Gutiérrez-Merino Díaz.
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