Jorge Varela
Rebeldes versus corruptos
La moral como causa superior

“La rebeldía puede ser parte del gobierno también; es parte de la esencia de ser militante de izquierda”, señaló el presidente Gabriel Boric ante la militancia de Convergencia Social, en el cuarto aniversario de esa colectividad (Radio Cooperativa, 12 de junio de 2023). Más allá de la motivación política-táctica de esadeclaración, hay varias cuestiones que merecen respuestas: ¿cuáles son los argumentos fundantes de tal propuesta? ¿Se trata de un chispazo surgido a partir de sus lecturas singulares? ¿La idea se sustenta sobre los hombros de una supuesta jerarquía moral de sus colaboradores, esa que yace derrumbada en el subterráneo de las pesadillas?
Nadie es rebelde por casualidad. La rebeldía exige actitud, mística libertaria, consecuencia ética; precisamente aquella que está escaseando entre muchos de sus seguidores imputados de corrupción. Entonces, ¿qué significan de verdad las expresiones: rebeldía, movimiento de rebeldía, militante rebelde?, para ese aglomerado de colaboradores irresponsables sin moral que no supieron cultivar la ética de la rebeldía y se ensuciaron en las pocilgas de la corrupción.
Rebeldía y conciencia
Para Albert Camus “la rebeldía es propia del hombre informado, que posee la conciencia de sus derechos. Pero nada nos permite decir que se trata únicamente de los derechos del individuo… Se trata de una conciencia cada vez más amplia que de sí misma adquiere la especie humana a lo largo de su aventura… La conciencia nace a la luz con la rebeldía”.
Observemos pues, que “la rebeldía no nace sólo, y forzosamente, en el oprimido, sino que puede nacer asimismo ante el espectáculo de la opresión de que otro es víctima”. Se da, en este caso, una identificación con el otro. “Hay que precisar que no se trata de una identificación psicológica, subterfugio por el que el individuo sentiría en imaginación que es a él a quien se dirige la ofensa”. Incluso puede ocurrir que no soportemos ver infligir a otros ofensas que nosotros hemos sufrido en carne propia sin rebelarnos (El hombre rebelde).
Dimensión social y metafísica del espíritu rebelde
El movimiento de rebeldía no es, en su esencia, un movimiento egoísta. Puede tener sin duda determinaciones egoístas. Pero el hombre se rebelará tanto contra la mentira como contra la opresión. Además, a partir de estas determinaciones, y en su impulso más profundo, el hombre en rebeldía no preserva nada puesto que lo pone todo en juego. Exige, sin duda, el respeto a sí mismo, pero en la medida en que se identifica con una comunidad natural. En sociedad, el espíritu de rebeldía sólo es posible en los grupos en que una igualdad teórica esconde grandes desigualdades de hecho. De hecho, según Camus, “el súbdito inca o el paria no se plantean nunca el problema de la rebeldía, porque ya ha sido resuelto para ellos en una tradición, y antes de que hayan podido planteárselo, siendo lo sagrado la respuesta. Si, en el mundo sagrado, no se halla el problema de la rebeldía, es porque en verdad no hay en él ninguna problemática real, habiendo sido dadas todas las respuestas de una vez”. La metafísica ha sido sustituida por el mito.
El rebelde y el revolucionario
“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero si niega, no renuncia: es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento”, escribió Albert Camus. “El hombre en rebeldía, en el sentido etimológico, se vuelve. Caminaba bajo el azote del amo. Ahora planta cara” (fragmento de El hombre rebelde).
El ilustre premio Nobel Mario Vargas Llosa ha precisado con mucha claridad la diferencia entre el rebelde y el revolucionario: “El revolucionario es, para Camus, aquel que pone al hombre al servicio de las ideas, el que está dispuesto a sacrificar al hombre que vive por el hombre que vendrá, el que hace de la moral una técnica gobernada por la política, el que prefiere la justicia a la vida y el que se cree con el derecho de mentir y de matar en función del ideal”. En tanto, “el rebelde puede mentir y matar, pero sabe que no tiene derecho de hacerlo y que al hacerlo amenaza su causa… no justifica los fines con los medios y hace que la política sea una consecuencia de una causa superior: la moral” (ensayo acerca de “Albert Camus y la moral de los límites”. Revista Plural. México, diciembre de 1975).
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