Martin Santivañez

¿Quiénes deben gobernar?

¿Quiénes deben gobernar?
Martin Santivañez
27 de mayo del 2016

Relaciones entre gobernabilidad y meritocracia

Los que deben gobernar tienen que sobresalir en la virtud de la inteligencia. El orden del buen gobierno siempre ha estado vinculado a dos factores: la inteligencia y la virtud. Pero en el Perú imperan sus antónimos: el vicio y la criollada. El viejo apotegma del Buey Mudo sostuvo que han de gobernar “qui in virtute intelectiva excedunt”, esto es, los que sobresalen por la virtud de la inteligencia. Por eso, es fundamental que el próximo gobierno convoque a los mejores, sin importar su adscripción política o su pasado partidista. Para lograr la unidad y la reconciliación hay que llamar a los peruanos más preparados, a los que tienen la capacidad para llevar a cabo la regeneración del país.

Este llamado a la meritocracia de todas las sangres es el primer paso para superar la realidad de la polarización. En cuanto terminen las elecciones, las fuerzas democráticas del país deben unirse en torno a un gran pacto común y tanto Fuerza Popular como Peruanos por el Kambio tienen que deponer el encono en pos de objetivos nacionales de largo aliento. Lo importante es forjar la unidad nacional, lo verdaderamente esencial es preservar el equilibrio institucional. En este contexto, los grandes enemigos de la unidad son aquellos que Víctor Andrés Belaunde llamó “gratuitos desintegradores de la síntesis nacional”. Ciertamente, los “desintegradores de la síntesis” peruanista son los mismos de siempre, los que aspiran a instaurar de manera artificial una lucha de clases, los que exacerban contradicciones inexistentes por el prurito de la violencia efectista y cainita. En tal sentido, los detractores naturales de un pacto de los mejores para la regeneración son aquellos que por motivos ideológicos buscan mantener la polarización más allá de la época electoral transformando al país en un Campo de Agramante de nunca acabar.

Tienen que gobernar los mejores. La meritocracia es la condición esencial del buen gobierno. El problema del país no tiene que ver tanto con las instituciones formales como con las personas. Antes que las reglas de juego y los procedimientos están los agentes, los enforcers, los líderes. Sin líderes, no hay reglas de juegos que valga. Es preciso mejorar las instituciones, pero el shock institucional no llegará jamás si no tenemos a los agentes que implementen las medidas. Esta es la regla número uno de la gerencia y es lo que separa al teórico de escritorio que lloriquea por los problemas del líder que busca una solución sobre el terreno. En sentido estricto, no necesitamos de un shock sino de la lenta y rutinaria formación de líderes y de la aburrida implementación de políticas de Estado de largo aliento. Sin liderazgo, la política es una quimera, un paper fatuo e intrascendente, un discurso esotérico o una agobiante ilusión.

El nuevo gobierno tiene ante sí un desafío enorme. Campea por doquier una profunda molicie, una severísima mediocridad. Por eso, el nuevo gobierno tiene que optar por la audacia (audacter) con mucha firmeza (firmitas). Y siempre apelando a un pacto de los mejores que genere estabilidad y permita que el Perú recupere liderazgo en la región. Que nadie se engañe. Esta es una columna fundamental de cualquier gobierno eficiente con norte y grandeza: todo el poder a la meritocracia, porque salvo la meritocracia, todo es ilusión.

Por: Martín Santiváñez

 

Martin Santivañez
27 de mayo del 2016

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