Cecilia Bákula
Querido Perú:
Ante el bicentenario de la independencia

País de grandezas, de cumbres imponentes, de cañones profundos, de naturaleza pródiga, de entrañas ricas, de ríos caudalosos y de mar generoso. Patria querida, construida con el esfuerzo de muchas generaciones. Nación forjada con sable, bayoneta y sangre.
Eres tierra de héroes que hicieron del arrojo una manera de ser; país de hombres fuertes que surcan la tierra con manos decididas, cuna de artistas, pensadores, ideólogos, literatos y poetas. Patria que derrama abundantemente su riqueza, su fuerza y vigor. Matriz de tradiciones incomparables, ritos, leyendas y memorias que, por antiguas, se pierden en el tiempo.
Así eres, querido Perú. Y hoy, tan cerca de recordar tu fecha fundacional, el momento en que surges a la vida pública como incipiente república, nos cuesta festejarte porque, creo, sentimos que no te conocemos suficientemente y hemos desperdiciado muchos de estos primeros 200 años para insertarnos con orgullo, prudencia y visión de futuro en tu historia.
Cuando nos hablan de ti nos cuentan historias fantásticas y gloriosas. Pero cuando tenemos que actuar para ti, nos llenamos de remilgos y engreimientos, de inseguridades e indecisiones, de pequeñeces y arrogancias. Cuando estamos fuera te llevamos en el pecho y nos conducimos como personas de bien; pero cuando estamos contigo, parece que hasta te despreciamos y nos comportamos como quien carece de respeto por las normas, la vida civilizada, la actitud correcta.
Quizá sea porque no ha calado en nuestra alma esa historia milenaria sobre la que tú te formaste y nos cuesta creer, realmente, en tu grandeza. Pero vendrán tiempos mejores en los que podamos mirar un destino común, aprendiendo a comprendernos y respetarnos en las diferencias. No naciste tú como producto de una única vertiente; tu riqueza humana es la diversidad, pues en lo mucho de andino, costero y de amazónico, en lo mucho de inca y de castizo, en lo mucho de europeo, de africano y de oriental, encontramos referentes extraordinarios para saber que somos ese hermoso crisol de razas que es y debe florecer como una potencia de sólida fortaleza cultural.
Hoy no te festejamos ni como mereces ni como hubiera yo querido. Soñé que se aprovecharía esta fecha singular para que, en conjunto, reflexionáramos sobre tu esencia, tu historia, tu extraordinaria naturaleza y geografía, tus luchas, victorias y derrotas; para aprender de quienes nos precedieron en el tiempo y, a pesar de muchos escollos, forjaron este país. Pensé que te íbamos a festejar mirándote a los ojos con conciencia de buenos hijos, pero no es así.
No nos atrevemos a mirarte a los ojos, por miedo a merecer tu desprecio y descubrir tu tristeza. Pasamos tiempos muy duros que, sin duda, tú no hubieras querido para ninguno de nosotros. Nos tocó vivir una pandemia sorpresiva y paralizante. Y ello, que costó miles de vida, estuvo engarzado en una maraña de mentiras, falsedades, usurpación, podredumbre y oscuridad. Una crisis que identifico fundamentalmente no en lo material sino por carencia de valores, por una corrupción que nos carcome, por una justicia que favorece la impunidad. Porque muchas autoridades, lejos de entender el privilegio de servirte, hicieron de ti, a través del Estado, un botín sangriento. Y todo ello en medio de un proceso electoral que nos ha dejado un sabor de frustración y crispación que no hace bien, pues primó el interés individual y personalísimo de muchos. La verdad dejó de ser un valor, la transparencia se hizo opaca; y así damos inicio al tercer siglo de tu existencia formal, con zozobra en el alma, con dolor en el corazón y con angustia por nuestro futuro a tu lado y contigo.
Qué tristeza da ver la miopía de tantos que creen que el futuro debe ser en confrontación, en división y en crisis. Cuántos piensan en sí mismos antes que en los cientos de peruanos a los que ellos, quienes se llaman “autoridades” voluntariamente, los siguen dejando de lado, con el único afán de enriquecerse. Será que esos a los que les gusta la adulación barata y se creen eternos por ostentar un cargo temporal, no se han puesto a pensar que nada de esa riqueza los acompañará en la tumba y que irán al juicio infinito con las manos cargadas de mal y manchadas de sangre.
Cuánto dinero mal habido que no ha sido destinado a los servicios básicos que requieren miles de tus hijos. Cuánta corrupción en las obras públicas que quedan inconclusas y en procesos judiciales eternos que solo conducen a que los auténticos beneficiarios (es decir, los menos favorecidos) sigan esperando hospitales, carreteras, modernidad, colegios y educación, mientras la lentitud de los procesos, solo encubren, aletargan, demoran y frustran.
Pero eres joven, y como corre por tus venas savia nueva, renovada y diversa, vas a brillar con una luz que oriente y alegre nuestra existencia. Estamos ofuscados porque miramos el presente, difícil e incierto, como el fin de la carrera. Falso es. Ni porque estamos inmersos en esa situación, podemos dejar de comprender que el futuro mejor está aun por llegar.
No descubrimos aún al líder, a quien conduzca nuestro destino por la senda del progreso y la libertad, la justicia y el equilibrio. Pero aparecerá; y vale la pena señalar que quisiera para ti, es decir para todos tus hijos, un líder probo, enérgico, decidido, convincente y que sepa que el éxito de la vida está en servir con honestidad. No necesitamos a ninguna persona con complejo de mesías. El Mesías fue uno y único, y no necesitamos pobres remedos.
Creo que vale la pena recordar el pensamiento de algunos de tus hijos más notables. Como como Luis Alberto Sánchez, quien habló de ti como un “país adolescente” pues vives aún una juventud que como tal puede ser azarosa. O recordar a Jorge Basadre, quien señaló que eres “problema y posibilidad”, pero que como Nación eres más grande que tus dificultades. Estos son tiempos para releer a Mariátegui sin tergiversar su análisis de la realidad nacional. Es urgente comprender la angustia de Vallejo y su llamado a lo mucho que hay aún por hacer. Y sin duda, me gustaría que no tuviera vigencia, como aún tiene, la frase lapidaria de González Prada cuando indicó que “donde se pone el dedo, brota el pus”.
Gracias a Dios, el futuro amanecerá para ti y nosotros, para los hombres y mujeres del futuro. Deseo para ellos un amor grande a la patria, un conocimiento serio de tu historia y un compromiso de entraña con el servicio.
Aun en estas circunstancias, te festejo con humildad; pero con respeto, gratitud y esperanza. Porque es un gran privilegio el haber nacido en esta tierra bendita.
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