Mar Mounier

¿Que se regresen a su país y la peleen allá?

Aprovechemos la llegada de 5,000 médicos venezolanos

¿Que se regresen a su país y la peleen allá?
Mar Mounier
28 de agosto del 2018

 

“Nosotros no vinimos a pedir, queremos ser parte de su pueblo y ayudarnos mutuamente. Queremos, que lo poco o mucho que tenemos de conocimiento agregarlos a su pueblo, para crecer un poco más con nosotros y nosotros crecer con ustedes”. Gregorio, 50 años.

“Hay venezolanos que vinieron a dañar, pero somos muchos más los que venimos a sumar. Perdón al pueblo peruano por aquellos. Y por quienes vemos a su tierra como una oportunidad bendita, gracias por extendernos la mano y por ese corazón abierto”. Jair, 37 años.

“Gracias al pueblo peruano por esa sensibilidad con la que nos ha recibido. Nosotros hemos venido a hacer una patria porque la nuestra está destruída”. Miriam, 24 años.

Venezolanos que llegaron al Perú cruzando las tres fronteras (Colombia, Ecuador, Perú) a pie.

 

Cuando llegué a los Estados Unidos como estudiante —y tuve que empezar preparándome en el programa IELP un año antes para ingresar a la Universidad de New Orleans— hice amistades entrañables con muchos latinos. Recuerdo bien, de todos nosotros, los venezolanos siempre destacaban por su contagiante alegría: eran los que hacían “bochinche”, los más ocurrentes, siempre optimistas, zalameros y quienes se encargaban de amistar a los que, por un motivo u otro, se resentían con algunos.

Había varios venezolanos admirablemente desprendidos y, a diferencia de los otros estudiantes, compartían sus notas, prestaban sus tareas, estaban siempre allí cuando tenías alguna necesidad o simplemente te escuchaban cuando algún problema te aquejaba. “No, pana, no dejes que te controle la ‘deprimencia’. Vámonos a rumbear, que Dios nos regaló esta vida hermosa para gozar”. Sin embargo, me recuerdo una vez sentada en The Cove, que era uno de los restaurantes de la universidad, discutiendo de política con mi amigo Pablo (de Maracaibo), diciéndome preocupado (para mi sorpresa, pues era uno de los más alegres): “Mira, chama, Venezuela tendrá un antes y un después. Ese Hugo Chávez destruirá a mi pueblo”. Proféticas palabras, hoy dolorosamente convertidas en realidad.

Hoy, me atrevo a decir que el flujo de masas que huye despavorido del hambre, la miseria y la tiranía de Nicolás Maduro ya no son inmigrantes. Según el Comisionado de las Naciones Unidas, un inmigrante es “aquel que para preservar su vida o su libertad, huye de su país, recibe el tratamiento de refugiado”. El refugiado es entonces alguien que fue forzado a huir de su país. Un inmigrante es aquel que elige dejar su país pudiendo regresar sin problemas. Un refugiado escapa para salvaguardar su integridad o su libertad. El inmigrante migra como opción. No es lo mismo un éxodo que una migración.

Claramente, los venezolanos que están llegando a Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Brasil, Chile y etc, huyen despavoridos de su tierra porque no pueden defender su libertad, mucho menos defenderse. La sangrienta y cruel represión del gobierno de Maduro contra los manifestantes ha sido ampliamente documentada por los medios de comunicación de todo el mundo. Recordemos el triste final de la rebelión de Oscar Pérez y las decenas de muertos en las calles cuando decidieron enfrentar al tirano. Muerte, balas, desolación, tristeza y dolor.

Todo Hispanoamérica fue mudo testigo de aquella tragedia, sin mover, para nuestra vergüenza, un solo dedo. Y este éxodo es solo la consecuencia de nuestra inamovilidad, al no reaccionar ante los pedidos de un pueblo desesperado por ayuda. Y esto no es opinión, es información pura y dura. Con lo cual la perorata del “que se regresen a su país y la peleen” es además de una actitud mezquina e indolente, una demostración de la más supina ignorancia. La xenofobia se cura viajando. Y si no se tienen los medios, informándose.

¿Por qué en vez del absurdo “aquí tenemos bastantes (¿bastantes qué?), ¡que se regresen a su país!” no vemos esta llegada como una providencial oportunidad para crecer? ¿Sabían que al Perú han llegado más de 5,000 médicos venezolanos? ¿Conocen esos “patriotas” que en cualquier país la regla debería ser de 33 médicos por cada 10,000 habitantes. Sin embargo, nosotros tenemos solo 13 galenos sobre 10,000 personas porque no hay más médicos en el Perú. ¿Cuántos de esos recién llegados, profesionales preparados, formados, muchos con décadas de experiencia, podrían aportar a zonas empobrecidas y alejadas de la sierra y la selva?

Contadores, arquitectos, enfermeras, ingenieros, profesores, catedráticos. Profesionales que no tenemos en el país, que no le han costado un quinto al Estado peruano y que, sin embargo, llegan con una mano adelante y otra detrás para ofrecer todo el inmenso capital laboral que necesitamos. El problema no es la llegada de los venezolanos, sino la incapacidad de este gobierno para tomar al toro por las astas e identificar, estructurar, organizar, delegar y empezar a aprovechar la llegada de cerebros.

Comentario aparte: la amabilidad, entusiasmo y atención de la mayoría de recién exiliados opaca la falta de cortesía del peruano promedio (nos incomode o no, ¿cuánta verdad hay en que en el Perú estamos mal acostumbrados a que quien nos ofrece un servicio no nos regrese ni el saludo?). Esta es también una oportunidad para nutrirnos culturalmente de buenos ejemplos.

Donde come uno, comen dos. Y lo que construyen dos beneficia a cien. Amar a tu país no solo significa ponerte la camiseta del Perú y decir que el cebiche es riquísimo. Amar a tu país es ser consciente de los sacrificios que debemos hacer para construir un futuro mejor. El mediocre ve a la competencia como una amenaza. El ganador ve a la competencia como una oportunidad de mejora y crecimiento. ¿Con cuál de los dos bandos vamos a elegir identificarnos y, sobre ello, buscar la solución más responsable y razonable a este reto?

 

Mar Mounier
28 de agosto del 2018

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