Manuel Gago
¿Qué espera Boluarte para situarse del lado de las mayorías?
Organizaciones internacionales ignoran la realidad local

Somos la comidilla en el mundo. Nos ven como un paisito de ciudadanos básicos, en el que una minoría impone su voluntad a piedras, palos y balazos. Contrariamente, 30 años atrás éramos un modelo, el ejemplo a seguir. Del milagro peruano se dijo mucho; de cómo Perú, del modelo estatista, pasó exitosamente a la economía de mercados abiertos. Y de cómo el terrorismo senderista fue vencido por la alianza de las fuerzas armadas y la población organizada, que reaccionó poniéndose del lado de la paz y del progreso.
Hoy, el Perú se da a conocer como la tierra de nadie, un país en el que cualquiera puede hacer lo que le dé la gana, impunemente, sin que la autoridad castigue los crímenes que se cometen. Un país en el que unos cuantos desalmados se imponen, y que son capaces de ordenar el uso de niños como escudos humanos en manifestaciones violentas.
Que los soldados tengan armas y no puedan usarlas es una espantosa realidad que solo sucede en un Perú dominado por estrategias socialistas, infiltradas en el Estado desde el Gobierno de Valentín Paniagua. La barbarie va de la mano con el absurdo: policías y soldados huyendo despavoridos de comisarías y cuarteles asaltados por turbas bastante bien aleccionadas por los maoístas.
En sus 17 meses en Palacio de Gobierno, Castillo tejió esa red insurgente que hoy está en las calles, activada horas después del intento golpista. Movadef llegó al poder para darle fuerza y perpetuidad a la ansiada patria socialista, la meta en el ideario de Perú Libre. “El socialismo no llega de visita, viene a quedarse” decía en su momento Vladimir Cerrón, sin que le dieran la debida atención.
En medio de esta tragedia nacional –porque eso es la muerte de valerosos soldados, policías e incluso personas engañadas que acudieron a las manifestaciones violentas– cuesta creer que funcionarios de organizaciones como la ONU y Amnistía Internacional, en lugar de ponerse del lado de la legalidad, la sensatez y la defensa de las poblaciones, pretenden elaborar interpretaciones contrarias a la realidad, creando dudas, desviando culpabilidades, protegiendo a los verdaderos autores de asesinatos, torturas, incendios, bloqueos de carreteras, utilización de niños y demás delitos cometidos. ¿Acaso del lado del socialismo asesino? ¿Acaso las autoridades no asumen sus responsabilidades por temor a las oenegés de derechos humanos?
Izquierdistas y socialistas, en su afán de librar a sus compinches de los crímenes cometidos, sentarán a Dina Boluarte en el banquillo de los acusados. A la presidenta no le queda entonces otra cosa que asumir valientemente su responsabilidad y ordenar el uso de la fuerza institucional encargada de defender la paz e integridad nacional. Sin partido político y sin bancada no habrá quien saque cara y ponga el pecho por ella cuando los procesos judiciales sean abiertos.
No obstante, tendría una población agradecida y una clase política madura dispuesta a impedir la consumación de otra injusticia. ¿Por qué el fujimorismo sobrevive a pesar de más de 20 años de ataques despiadados y persecución política disfrazadas de justicia? Porque Alberto Fujimori le devolvió la esperanza a los peruanos y colocó al país en un lugar expectante dentro de la economía mundial. Hizo por Puno lo que no se hizo en 200 años.
¿Qué esperan las autoridades para detectar y detener a los instigadores de la barbarie? ¿Qué espera Boluarte para situarse del lado de las mayorías, en lugar de ofrecer ventajas a un puñado de comunistas, aliados de cubanos y bolivianos que planean apropiarse de las riquezas nacionales con el cuento de una nueva constitución, el estado socialista y peroratas del siglo antepasado?
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