Hugo Neira

Perú siglo XXI. ¿Está usted seguro?

Nuestra historia es progreso y a la vez retroceso

Perú siglo XXI. ¿Está usted seguro?
Hugo Neira
23 de agosto del 2020


Pronto estaré dando clases, por cierto, a distancia para no tropezar con el Covid-19. Me ocuparé desde las ciencias políticas de lo que es el Estado moderno. En otra aula dictaré cómo se comenta un texto ajeno y cómo se escribe eso que los franceses llaman
dissertation, o sea, la escritura razonada que convence, persuade o delibera. Es un arte, en inglés, francés o en alemán, igual lo necesitan los científicos de la naturaleza y quienes estudian al hombre y su sociedad. Es decir, saber redactar textos universitarios. (No los llamo «académicos», don Ricardo Palma decía: «son los micos de acá»). Y para esas prácticas comienzo por entregarles a mis alumnos un texto corto y brillante, perfectamente construido, el de un joven de los años veinte del siglo pasado que escribía magníficamente. 

Había sido periodista, venido de una familia muy pobre, la madre apenas pudo ponerlo en la primaria, sin secundaria, y él mismo aprendió a redactar y pensar. Para culminar esa formación de autodidacta consigue una beca que le dona el presidente Leguía. Viaja a Europa, visita Francia y algunos de sus grandes escritores, luego Italia, donde como dijo «desposé una mujer y algunas ideas». Sí, pues, José Carlos Mariátegui. Pero ese viajero que regresa, no es todavía el creador de Amauta y de los «Siete ensayos». Más bien les doy el texto de un artículo juvenil titulado «Dos concepciones de la vida» que publica la revista Mundial en enero de 1925. Era la mejor revista limeña. Lo conocían. Y lo que viene a decir va a contracorriente de lo que los limeños pensaban. No porque había concluido la guerra Europa volvería a los dulces decenios de la Belle époque. No es lo que siente e intuye el agudo observador. Esas «dos concepciones de la vida» nacidas en la posguerra eran la violencia bolchevique por un lado, y por el otro, una corriente no menos violenta, la del fascismo italiano. En ambas culturas, siendo rivales, las motivaba una idea de Nietzsche, «vivir peligrosamente». 

¿A qué viene todo esto? Viene porque son varios los amigos que en este momento de confinamiento, me invitan a coloquios sobre el inmediato futuro. Son conversaciones. Y puesto que todavía sigue cerrada La Tiendecita Blanca o el Haití, al no poder tomarnos un café, al menos un encuentro virtual. Una tertulia. Acaso la nostalgia de no verse y discutir. Y como en el siglo XX peruano, aprendo la lección de Mariátegui. En la Lima de 1921, pensaban que todo volvería a la normalidad. O sea, antes de 1914. Y sin embargo ya tenían a Leguía de nuevo en el poder. Y no iba a ser precisamente el que conocían. Cabe recordar a Pedro Planas, y su libro, La República Autocrática. Muchos de los presidentes del siglo XX fueron autócratas. Fue un patrón de comportamiento. Pero Leguía fue un autócrata reformador. Y a su manera, Manuel Prado, Odría, Velasco. Por lo visto, no sabemos reformar en democracia. Acaso porque la sociedad civil es profundamente conservadora. 

¿Cómo imaginar lo que pueda ocurrir tras el paso aniquilador del Covid-19? Es como un cometa, se irá pero dejando una estela de millares de muertos, y de convalecientes y hogares que perdieron padre y madre y abuelos, y además del duelo, los reproches, la búsqueda de culpables, y el dolor de los más pobres. Francamente, no es un momento para preguntarle al electorado qué tipo de personas van a querer subir al sillón de Palacio y para el Parlamento. Las urnas también sirven para sancionar. Y eso es lo que creo que se viene. Lo que quiero decir es que la lucidez de Mariátegui pide a los peruanos de 1925 que dejen de pensar el presente con los conceptos y criterios del pasado. Y eso debemos hacer. El Perú necesita un salto cognitivo. No está en el siglo XXI.

A mis amigos en la charla, les dije que desde mi regreso de Europa en el 2003, en las presidenciales no he visto sino la pedagogía del error. Con la excepción de Valentín Paniagua y Alan García, mandatarios improvisados. Toledo, Humala, la alcaldesa Villarán, y un tanto PPK, buen ministro pero otra cosa es ser estadista. La política no solo se hace con intereses y demandas sociales sino tomando en cuenta las pasiones populares. Y cuando me preguntan qué puedo prever, les digo que hay dos formas de acercarse a lo incierto. Realismo y racionalidad. Esto último es imposible, no se puede utilizar lo que no funciona hoy en el Perú, la razón. Gracias a las redes sociales, al Twitter facilón, y los medios sujetos a «lo políticamente correcto», hay solo ruido y no pensamiento. Entonces, me apoyaré en el realismo. ¿Y qué veo? Partidos que no eran partidos, sino clientelas. Y en consecuencia volátiles. ¿Dónde han ido a parar los 8 millones de votos para Keiko? ¿Dónde la gente de Perú Posible? ¿Qué fue del Partido Nacionalista? ¿Qué se fizo el rey don Juan?/¿Qué fue de tanto galán?/ (Jorge Manrique)

Seré franco. Siento que está en marcha un experimento. Pero no sé adónde nos lleva. Veo que ya no hay campañas partidarias sino eliminaciones. No se mata, no. Pero le encuentran algo a Jorge Nieto. Y al moradito. Y por si acaso, Urresti. Qué casualidad, a 8 meses de las elecciones, tiene que volver ante los jueces, cuando ya había sido investigado y absuelto. Por favor, no nos crean tontos. Están barriendo presidenciables. Con lo cual, gane quien gane, subirá con la sospecha de que se eliminaron los contrincantes. Cuidado, están quemando lo que se llama legitimidad. Nos estamos pareciendo a algunos de los tiranos africanos, se quedan sin rivales. Yo no veo sino máscaras. Pero ellas no ocultan sino revelan. En fin, ¿cómo entender algo tan inestable y rencoroso como la opinión de una población golpeada por la pandemia?

Hay una sola manera. Cambiar de mentalidad. Pondré un ejemplo. Cuando los sabios en física se encontraron con lo cuántico, descubren que el azar comanda la materia. Y que no se puede medir las ondulaciones de los fotones. De ahí, la relatividad. Desde los años treinta del siglo XX la física es una ciencia conjetural. Y para entender eso, Einstein y Max Planck proponen dejar la aritmética de Newton para los planetas. La energía se mueve con quanta o sea paquetes de micromateria que son inciertos. 

Los inestables quanta son una metáfora en este texto, pero nos invita a pensar. Por una razón, lo real de nuestras sociedades no responde a los determinismos. Creíamos que el crecimiento económico arreglaba las cosas, lo cierto es que también desarregla. Sin embargo, en el Perú, el capitalismo global y el capitalismo popular se entreveran. Somos ya parte de la mundialización, desde el que vende turrones, o el que se especializa en tatuajes, o el vendedor ambulante de golosinas en el mismo Centro de Lima. Los informales son parte de este mundo urbano, tanto como la presidenta de la Confiep. Hay culturas que se rozan, «los individuales afloran…», «el acriollado se achora y el achoramiento se acriolla», dice Jaime Rodolfo Ríos Burgos (Sociología de Lima: las microculturas). Estupendo trabajo, pero la actual clase política ni lee. 

Volviendo a la semejanza con el Perú finisecular, de nuevo, ¿éxito económico y nada de reformas sociales? ¿Qué grandes cambios en la estructura ha habido? Algo vendrá, pero dentro del eterno retorno, otra idea de Nietzsche, «los acontecimientos se repiten». Nuestra historia es progreso y a la vez retroceso. Nos construimos y deconstruimos. El Perú es un país nietzscheano (Véase Así hablaba Zaratustra). Vivimos en una espiral, a veces sube, a veces baja. Y siempre tenemos abierta la puerta que da a la incertidumbre. Y acaso, adiós a nuestro tembleque desarrollo.

PD. Escrito antes de saber la tragedia de Los Olivos

Hugo Neira
23 de agosto del 2020

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