Pensamiento único y manipulación de masas

Es bastante conocida la historia de cómo las ideas colectivistas –las que niegan la libertad, la que consideran tal libertad como un peligro para la “seguridad”– se reciclaron luego de la estrepitosa implosión del socialismo teal. No solo cae la Unión Soviética, sino que todo el mundo regido por la "democracia popular" se viene abajo. Hasta China debe reinventarse luego del desastre comunista y volver a sus viejas raíces, en que el intercambio comercial y la libertad económica marcaban el ritmo de su milenaria cultura.

Ese reciclaje se alejó relativamente de Lenin, Stalin y Mao, para asumir el potente mensaje de predominio cultural que hicieran Gramsci y la escuela de Frankfurt. Mientras aquellos, desde el marxismo-leninismo-maoísmo, pretendían controlar la economía y generar progreso a punta de mandatos imperativos centralizados desde el partido único (poder político), estos se habían perdido entre discusiones supuestamente bizantinas sobre la hegemonía cultural. Una vez tumbado el Muro de Berlín, en 1989, y desaparecida la Unión Soviética, en 1991, la hora de Gramsci había llegado.

Se pasó entonces del partido único al pensamiento único. Se infiltraron y lograron relativo control de la academia, los medios masivos de comunicación e incluso la religión (en especial la Iglesia católica en nuestra América Latina). Aunque sigue habiendo gente perdida en los vericuetos del siglo XX con su lucha de clases y sus masas "combativas", lo de hoy es otra cosa. La hegemonía cultural del (falso) progresismo sigue una agenda muy agresiva en el mundo y cuenta con el enorme soporte del metacapitalismo. En una próxima entrega trataremos con mayor detalle de los llamados big tech, los pilares de ese metacapitalismo postmoderno.

Volvamos a nuestro punto. La manipulación mediática del falso progresismo –que se describe más apropiadamente como constructivismo social– es el fundamento del pretendido pensamiento único, a su vez soporte central de la hegemonía para la construcción cultural de un mundo a la medida de sus delirios. Muchos grandes pensadores de la actualidad estudian a profundidad diversos aspectos de ese liberticida pensamiento único. Citaremos a tres de ellos : Thomas Sowell, Jordan Peterson y César Vidal.

El gran economista y científico social afroamericano Thomas Sowell pone énfasis en diversas falacias económicas que, desde lo políticamente correcto, se pretende imponer como camino seguro al bienestar, con reiterados resultados funestos. Desde la falacia de negar el mutuo beneficio del intercambio comercial hasta la tragedia de obviar el costo cuando se trata de cosas tan deseables e importantes como la salud, la educación o la seguridad como "bienes públicos", pasando por la fatal arrogancia de creer que por decreto se puede quebrar las leyes económicas. El pensamiento único pretende imponer estos dogmas que son absolutamente negados una y otra vez por la terca realidad.

El psicólogo clínico, crítico cultural y profesor canadiense Jordan Peterson nos habla de cómo el pensamiento único del constructivismo social pretende imponer el falso igualitarismo, forzando igualdad de resultados desde un Estado interventor, hostil y liberticida, en vez de la sana igualdad ante la ley. Y como instrumento de control social, el marxismo cultural (denominación poco rigurosa pero muy ilustrativa del falso progresismo) hace uso del dogma identitario para colectivizar a la fuerza y someter el pensamiento libre, reduciéndolo a una mera manifestación de "identidad" definida desde fuera y muchas veces en contra misma del individuo. Este individuo pierde todo derecho al disenso y la opinión discrepante, debiendo suscribir sin dudas ni murmuraciones lo que el colectivo dicta (es decir, lo que imponen los hegemones), bajo pena de desarraigo, sanción social e incluso violencia física "correctiva". 

El prolífico escritor, abogado, periodista e historiador español César Vidal, actualmente refugiado en USA debido a la persecución, amenazas y atentados de la extrema izquierda peninsular, nos habla de la manipulación del lenguaje como arma política. Desde la clásica "agitación y propaganda", tanto de bolcheviques como de fascistas, tiene hoy su continuidad con la manipulación mediática y el control cultural del pensamiento único constructivista. Para Vidal, hay tres manifestaciones de este nuevo totalitarismo del siglo XXI, de la mano del Grupo de Puebla (Foro de Sao Paulo) : i) Justificación de la violencia y un aparato estatal represor cuando llegan al poder, para "luchar contra los enemigos del Pueblo"; ii) Discurso populista en busca de una justicia social para los más pobres, aunque finalmente las condiciones de vida empeoren y el bienestar se aleje de las grandes mayorías; iii) Manipulación de causas justas (mujer, género, minorías, indígenas, ecología), infiltración de creencias religiosas y una deconstrucción social para el nuevo diseño liberticida.

Hay mucho que decir, intercambiar y analizar al respecto. Lo que sucede en el mundo y ya viene sucediendo en el Perú de estos últimos cinco lustros es más que elocuente. La batalla cultural está en vigor. El pensamiento único del constructivismo y del metacapitalismo, a partir de una inédita, vasta y elaborada manipulación de masas, va imponiendo su agenda liberticida y nos lleva directo a tropezar otra vez con las mismas piedras de la involución económica, social y cultural. Ese infierno de ser un país inviable lo vivimos y superamos en la década de los noventa, tal parece que nuevamente debemos enfrentarlo. Sería duro, difícil y triste tener que vivir todo ello, pero, ¿sería injusto?